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((**Es7.479**) En efecto, constituida una sociedad homogénea de miembros ligados por un vínculo fácilmente aceptable de común solidaridad, había ido poco a poco añadiendo con su filial consentimiento lo que requería su vida, su actividad y su necesidad. El se había aproximado cada vez más a su ideal, pero siempre con suma prudencia. No escribía un artículo de sus Reglas sin antes haberlo experimentado, pero a cada experimento seguía su artículo. Estaba persuadido de que los artículos escritos, sin haberlos probado antes, pueden quedar en letra muerta, y hasta impedir las pruebas que de otro modo se podrían hacer. Esto se aprecia por las notas añadidas, las modificaciones y también las variaciones de los párrafos de las reglas antes de ir a Roma, y después de haber conversado con el Sumo Pontífice en 1858. Una vez puestas las constituciones en manos de Pío IX esperaba obtener en breve tiempo de la Santa Sede el decreto general de aceptación, que era el primer paso necesario para llegar después a la aprobación definitiva. Pero los trámites iniciados en Roma en 1858 se habían interrumpido con la muerte del cardenal Gaude. Monseñor Fransoni, después de leer el Reglamento del nuevo instituto, y pese al parecer en contra de algún examinador sinodal, lo había enviado de nuevo con cartas de satisfacción a Turín, a su Vicario General a fin de que lo examinase atentamente para aprobarlo canónicamente después. Pero la divina Providencia había llamado al venerando Arzobispo del terrenal destierro a la patria de los bienaventurados, y el Vicario Capitular, que le sucedía en la administración de la diócesis, caminaba despacio para dar su juicio. La paciencia de don Bosco era admirable. ((**It7.563**)) Imperturbable e incansable marchaba con constancia, como quien se sabe seguro en su camino. En agosto del año 1863, fueron enviadas por segunda vez a Roma, dichas constituciones, pero se tuvo por respuesta que eran necesarias las cartas comendaticias de cierto número de Obispos en favor de la Pía Sociedad y la aprobación de la autoridad diocesana. Con este fin dirigió don Bosco su primera súplica al Vicario Capitular de la diócesis de Turín. Turín, septiembre, 1863. Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Vicario General: Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. y Rvdma. que en el año 1858, hice llegar a manos de nuestro Exmo. y Rvdmo. Arzobispo, de feliz memoria, el proyecto de una Congregación, con el título de Sociedad de San Francisco de Sales, destinada a (**Es7.479**))
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