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((**Es7.405**) se puso en guardia y llevaba nota de los que se presentaban a don Bosco para preguntarle sobre su propio papelito y hubo uno que no acudió. Este era un muchacho de Ivrea, que concluía los estudios de bachillerato. El reverendo Mussetti está dispuesto a prestar juramento, si le fuese pedido, para testificar estos hechos. Don Bosco, apoyado en la protección de la Madre celestial, meditaba en la manera de hacer renovar las concesiones obtenidas de la Autoridad escolástica. La aprobación de los maestros de su bachillerato era temporal, sólo para el año escolástico 1862-63 y con obligación de proveer profesores con el título oficial para el curso 1863-64. Los exámenes de ingreso en la Universidad, aun cuando habían demostrado un auténtico saber literario en los cuatro candidatos a los grados académicos, no conferían derecho para enseñar. Era necesario, por consiguiente, no dejar pasar un tiempo demasiado precioso para conseguir un nuevo permiso. Don Bosco fue a visitar al Delegado Provincial y vio que Selmi seguía prestándole su benevolencia. Empezó, pues, a hablarle de sus problemas escolásticos; pero él, que había leído el informe del profesor Ferri, le avisó que no diera motivo para ninguna de las acusaciones que le habían sido achacadas y que cambiara algún juicio en la Historia de Italia. Don Bosco repitió lo que le había dicho otra vez; esto es, que él y sus ayudantes sabían conciliar el deber de buenos católicos ((**It7.474**)) con el de honrados ciudadanos; que nunca había tenido relaciones comprometedoras, contrarias a la tranquilidad del Estado, con el Papa, con los Obispos, y con los Jesuitas, y que era invención de embusteros solemnes el que estos personajes hicieran cosas reprochables a su condición; que él había observado el principio de no mezclarse en política, ni en pro ni en contra, porque la política no es pan para los muchachos y porque un superior, un maestro, un jefe de taller no debe ser hombre de un partido, sino tener por único fin de su profesión, la sabia instrucción y la educación moral de sus alumnos. El Delegado quiso también aconsejarle que abandonara la difusión de las Lecturas Católicas, como algo inconveniente con la dignidad de educador. -Y por qué?, le preguntó don Bosco. -Mire, respondió Selmi, sus libritos, especialmente las biografías de ciertos jóvenes no están de acuerdo con los ideales de nuestros días. Y, desgraciadamente, su manera de escribir, la importancia que da a los muchachos alabando su sencillez, y poniendo de relieve sus (**Es7.405**))
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