Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.303**) mismo que deseo el perdón de Dios porque tú sabes quién fue el causante de haberme hecho malo... Pero, basta de esto... Tú verás a mi padre, a mi madre y les dirás que he muerto arrepentido y que les espero en el paraíso; pero tú... tú... Por tu culpa no me consuela don Bosco en este momento. Félix estaba pálido, extrañamente pálido y no profirió palabra. Alberto moría hacia las tres de la madrugada del 1.§ de enero de 1863. Aquel mismo día recibía en Casale el amigo Moisio la carta en que le decía: <<-íEstoy muerto!>>. El cadáver permaneció en casa cuarenta y ocho horas. El sábado a las cuatro y media de la tarde debía verificarse el entierro, pero don Juan Cagliero y don Juan Bautista Francesia suplicaron a la parroquia lo adelantase una hora, para que al regresar don Bosco de Borgo, no se encontrase con el féretro. Cuando éste entró en el Oratorio reinaba la tranquilidad. Fue enseguida a confesar, porque el ejercicio de la buena muerte se había trasladado al domingo, por causa de las cuarenta horas de Borgo. Después de las confesiones subió a la habitación, donde le sirvieron la cena. Había sido informado de todo: vertían lágrimas sus ojos y estaba muy triste. Don Miguel Rúa, el caballero Oreglia y otros le acompañaban. Se necesitó tiempo para tranquilizarle. El señor Oreglia dijo al fin: -Si estas muertes le dan pena cuáles le consolarán? Cuáles serán las muertes preciosas si ésta le deja tan afligido? Tras muchas explicaciones don Bosco se calmó. ((**It7.352**)) Félix marchó a su casa y algún tiempo después, herido por un rival, moría perdonando al homicida, pidiendo perdón a Dios y con una carta muy conmovedora rogando a don Bosco que le perdonara. Declararon por escrito el suceso mencionado los siguientes testigos: monseñor Juan Cagliero, don Miguel Rúa, don Francisco Cerruti, don Francisco Dalmazzo y Pedro Enría. Otro hecho maravilloso ocurrido por aquellos mismos días cerró el año 1862. Don Bosco había ido de visita al castillo de la marquesa de Sommariva. Le instalaron para dormir en una habitación, a cuya ventana se encaramaba, por la parte exterior del muro, un magnífico rosal, totalmente desnudo y seco en aquella rígida estación. Había nevado mucho. Pero, a la mañana siguiente, apareció el rosal florido con asombro de todo el mundo. Cuando fue el criado a abrir la ventana de la habitación, mientras don Bosco celebraba la santa misa, y (**Es7.303**))
<Anterior: 7. 302><Siguiente: 7. 304>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com