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((**Es7.289**) Deus dederit (si Dios quisiera), el clérigo Provera le preguntó si contaba ya con alguna persona externa y de mérito para unirse a sus colaboradores y a la Congregación. Don Bosco respondió que el Señor lo haría todo por medio de los jóvenes que habían sido alumnos del Oratorio y en tanto nos contó (y lo hemos descrito ampliamente a su tiempo) cómo él, estando todavía en el Refugio, había visto una casa fabricada en la misma forma que la actual y sobre ella escrito con caracteres cubitales: Hic nomen meum. Hinc inde exibit gloria mea. (Aquí está mi nombre. De aquí saldrá mi gloria). >>Al preguntarle nosotros de quién eran aquellas palabras, nos contestó que del Señor, y que él ya las habría hecho escribir sobre esta casa, si no fuese por no dar ocasión a alguno a tildarnos de soberbios. De estas palabras procedía aquella su constancia, que él llamaba testarudez, por la cual, aunque se viera abandonado por todos, puesto en ridículo, hasta por los más íntimos amigos, jamás cedió. Finalmente, que el Señor le había concedido aquella casa que había visto, que es la actual. >>Nos contó así mismo las luchas sostenidas: cómo los mismos que un día habían sido colaboradores para reunir a los muchachos hicieron después lo posible para quitárselos; cómo lo habían conseguido, pues de los quinientos y más jóvenes que tenía en los días festivos, no le quedaron más que siete u ocho; estas luchas habían empezado en 1848, cuando don Bosco no quiso de ninguna manera participar con sus muchachos en ciertas fiestas denominadas nacionales. >>En aquellos tiempos hubo alguno de sus colaboradores que acompañó a dichas fiestas a los muchachos del Oratorio de Puerta Nueva, y don Bosco le hizo saber cómo quería que la casa tuviese un solo ideario; que se cumpliesen sus órdenes, y que no necesitaba ((**It7.336**)) de su ayuda, ya que las habían transgredido de aquel modo. De aquí las oposiciones, las calumnias, y toda suerte de villanías sobre su conducta, la más suave de las cuales era decir que don Bosco estaba medio loco>>. Don Bosco repetía a menudo que el Señor llevaría todo a cabo por medio de los jóvenes que habían sido formados en el Oratorio. El había continuado sus conferencias a los hermanos de la Pía Sociedad. Don Pablo Albera recuerda una de aquellos tiempos que produjo profundo efecto entre los reunidos. Narró que había tenido un sueño en el cual le pareció verse rodeado de jóvenes y sacerdotes. Habiéndoles hecho la propuesta de escalar una alta montaña poco distante, todos condescendieron. En la cumbre estaban preparadas (**Es7.289**))
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