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((**Es7.287**) Ton... le dijo: -Pregunta tú a don Bosco la causa de este fenómeno. -Pregúntaselo tu mismo, respondió Belmonte; ya sabes cuánto desea que tú le hables. -Preguntárselo yo? Jamás... Pero, qué será? -íVaya una gracia, el diablo! -Y qué tengo que hacer? -Una buena confesión, replicó Belmonte. Mas el joven se marchó del Oratorio. Era ya el cuarto día de la novena y todo se conjuraba para obligar a don Bosco a cerrar sus clases de bachillerato. Había prometido al conde Javier Provana di Collegno ir a Cumiana al día siguiente, por ser la fiesta del apóstol de las Indias. ((**It7.333**)) Mas, no pudiendo en circunstancias tan críticas ausentarse de Turín, le escribió una carta En ella se transparenta la paz de su espíritu. Amadísimo Señor Conde: El caballero Oreglia, mi afortunado representante, le dirá los diversos motivos que me impiden ir a Cumiana a pesar de la hermosa jornada de san Francisco Javier. Paciencia: espero poder hacerlo más tarde, cuando esté usted con su familia en Turín. Con todo, no quiero que mi permanencia en el Oratorio le resulte inútil; también nuestros muchachos tienen gran devoción a este santo y, por tanto, esta tarde y mañana por la mañana habrá muchas confesiones. Las comuniones de mañana y la misa que, con la ayuda del Señor espero celebrar, serán ofrecidas a Dios según su santa intención. Este es el humilde ramillete que los muchachos de esta casa y yo le ofrecemos para honrar su hermoso día onomástico. Le adjunto unas cuantas estampas, para repartir como le plazca. Acepte, señor Conde, estos pequeños signos de mi afecto y gratitud para con usted y toda su familia. Deseando a todos las bendiciones del cielo, tengo el honor de profesarme con el mayor aprecio. De V. S. muy apreciada. S.S. y buen amigo JUAN BOSCO, Pbro. Pero se calmó la tempestad escolástica y la Santísima Virgen cumplía su gracia con la nueva inspiración de una obra inmortal. Así nos lo contaba don Pablo Albera. Un sábado del mes de diciembre, quizás el día 6, terminó don Bosco de confesar a los muchachos hacia las once de la noche y bajó a cenar al comedor próximo a la cocina. Estaba pensativo. Sólo el clérigo Albera se encontraba con él. Súbitamente don Bosco comenzó a decirle: -He confesado tanto que, la verdad, casi no sé lo que he dicho o (**Es7.287**))
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