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((**Es7.272**) explicación más natural debiera haber sido: que, a causa de las mortíferas guerras, la escasez o falta de bebedores habría hecho vender el vino a mejor precio; y que los campos, incultos o devastados, no habrían producido el trigo necesario. Pero don Bosco sabía lo que decía y tenía sus razones al decirlo. En el Hombre de Bien del 1861 afirma claramente: Motivos de prudencia y de respeto me obligan a diferir mis relatos para un tiempo más sereno, en el que no haya peligro de tormentas, granizo, turbiones y huracanes. Pero, a pesar de esta declaración, había dicho demasiado; por lo que el Gobierno, antes de que acabase aquel año, quiso asegurarse de que el Hombre de Bien no le daría ninguna otra preocupación. Por esto, el caballero A. Buglione di Monale había hecho llamar a don Bosco, en nombre del Presidente del Consejo de Ministros, y le había dicho: -Oiga, don Bosco: todos le apreciamos mucho, pero su Hombre de Bien nos molesta. Por todas partes nos preguntan: cómo hace don Bosco para conocer ciertas cosas? Se levantan castillos en el aire, se sacan consecuencias extrañas; se quiere saber, se preguntan unos a otros, en fin, se arma una batahola insoportable. Por consiguiente, acepte mi consejo: es mejor que no escriba ciertas cosas en su almanaque. Don Bosco entendió que se trataba de una prohibición en plena forma, aunque con palabras corteses, y, a partir de aquel momento, dejó e imprimir sus previsiones. (**Es7.272**))
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