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((**Es7.270**) demás. A la mañana siguiente, al despedirse, le tomó de la mano y dándole gracias afectuosamente, mientras el otro repetía sus excusas, le dijo: -Mire, a don Bosco no hay que pedirle excusas, pero aprendamos la lección de todo lo que nos sucede. Si nada tenemos, no demos nada; ((**It7.312**)) si tenemos poco, demos poco; si tenemos mucho, demos lo que parezca necesario; pero dejémonos guiar por la caridad, la cual, en fin de cuentas, siempre resultará ventajosa para nosotros. Cuando don Bosco llegó a Bra, tomó con don Angel Savio el tren para volver a Turín y, después de haber rezado y leído alguna carta, quiso contar a su compañero un suceso ameno que le había ocurrido algún tiempo antes en aquella misma línea. Había oído hablar muchas veces de cierta condesa, persona muy rica y religiosa, y deseaba ganársela para que le ayudara en sus obras; pero las circunstancias habían impedido trabar amistad con ella. Padecía ésta de una excusable debilidad femenina. Se molestaba enormemente sólo con que alguien se refiriese a su avanzada edad: y, como tenía una hija que pasaba de los treinta años, le resultaba algo insoportable oírse llamar la Condesa Vieja. Sucedió un día que, habiendo don Bosco tomado el tren, se encontró en el mismo compartimento con la tal condesa. A solas con sus pensamientos, sentóse sin advertir su presencia. Mas ella, apenas se puso el tren en movimiento, le dijo: -Perdone: no es usted don Bosco? -Para servirle, señora. Con quién tengo el gusto de hablar? -Soy la condesa X... Entonces don Bosco añadió: -íQué suerte encontrarla! Y su madre, la señora Condesa, cómo está? -Mi madre? Hace mucho tiempo que se la llevó el Señor consigo. -Cómo es eso? Hace pocas semanas, supe que estaba muy bien. -Sufre usted un error, sabe? Seguramente me confunde con mi hija. íYo soy la Condesa Madre! Don Bosco replicó: -De veras? Está usted tan llena de vida y tiene tan buen aspecto, que es comprensible la equivocación. -íQué dice! Añadió la Condesa sonriendo, con visible complacencia; me mantengo lo mejor que puedo; nunca he ((**It7.313**)) llevado una vida desordenada y, por eso, gozo de perfecta salud. (**Es7.270**))
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