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((**Es7.156**) por su naturaleza en muchos puntos, particularmente cuando se referían a cosas futuras: de ahí las discusiones y explicaciones diversas y contradictorias. Y esto ocurrió también respecto al sueño o parábola por nosotros referida. Dijo alguno que los papas que se sucedieron en el gobierno de la nave fueron tres y no dos. De este parecer es el canónigo Juan María Bourlot, que fue párroco de Cambiano, el cual, siendo estudiante de filosofía en 1862, se hallaba presente cuando don Bosco contó el mencionado sueño. Vino éste al Oratorio el año 1886 y, hablando con don Bosco durante la comida sobre las impresiones de la juventud, después de afirmar que estaba seguro de la fidelidad de su memoria, empezó a describir el sueño de las dos columnas en medio del mar y afirmó que los papas caídos fueron dos. Que a la caída del primero, gritaron los pilotos: ''-íDémonos prisa! íHay que reemplazarlo pronto!''Y que a la caída del segundo, acudieron los pilotos, mas sin pronunciar esta frase. Quien redacta estas memorias estaba distraído en aquel instante ((**It7.173**)) conversando con su vecino de mesa y don Bosco le dijo: -Escucha y atiende a lo que dice Bourlot. Aquél contestó que conocía bastante bien el hecho por los documentos que poseía, y que, según él, los papas de la nave eran solamente dos. Don Bosco le replicó: -Te digo que no sabes nada. En 1907 volvió el canónigo Bourlot por el Oratorio y repitió con exactitud, señal de su buena memoria, después de cuarenta y ocho años, la narración del sueño y sostuvo que el número de los papas eran tres, recordando nuestra respuesta a sus afirmaciones y las palabras que don Bosco nos dijo. Con todo esto, cuál de las dos versiones es la legítima, la de la Crónica o la del canónigo Bourlot? Tal vez los acontecimientos den la solución de la duda. Debemos concluir diciendo que César Chiala con los otros, y son sus precisas palabras, lo entendió como una auténtica visión y profecía, aun cuando don Bosco no pareció tener más objeto al contarla, que inducir a los jóvenes a rezar por la Iglesia y por el Sumo Pontífice y atraerles a la devoción del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. Había necesidad de estas plegarias y devociones eficacísimas, porque crecía sin tregua la guerra contra la Santa Sede; y era preciso que el clero fiel continuase sosteniendo los derechos del Papa, contestados y combatidos hasta por cierto número de sacerdotes indignos. El jesuita padre Carlos Passaglia, por soberbia de espíritu, a causa de prelaturas y cargos ambicionados y no obtenidos, se pasó (**Es7.156**))
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