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((**Es7.109**) a quienes se dio el título de asistente, mientras seguían los hermanos seglares con la dirección material y económica. ((**It7.118**)) En consecuencia don Bosco formuló un cuarto reglamento, que en sustancia varió poco y es el mismo que en 1877 fue impreso para las casas de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Pero, entre tanto, la experiencia demostró que ya en 1862 era necesario el reglamento de los talleres. En el de cerrajería acaeció un grave desorden contra el artículo 3.° del reglamento. Al acercarse la fiesta de san Eloy patrono de aquel oficio, los dos obreros externos y sus aprendices se pusieron de acuerdo para celebrar la fiesta con una buena comida o merienda. Cotizaron y se proveyeron de vino y comestibles. Enterado don Bosco del asunto, lo prohibió, precisamente por los desórdenes que podían sobrevenir, y porque los demás talleres hubiesen pretendido hacer lo mismo en semejante circunstancia, de haber esperado una imprudente tolerancia. Pero los cerrajeros, ingresados en parte hacía poco en el Oratorio y no habituados todavía a la obediencia, no avezados a la sumisión, respaldados por quien debía contenerlos, usando alguna precaución, quisieron igualmente hacer jolgorio. No obstante, don Bosco, que era muy condescendiente al dar órdenes, cuando la necesidad le obligaba a tomar una decisión tajante, entonces sabía imponer su autoridad, y no dejaba impune la rebeldía. Sin embargo, aborrecía toda forma precipitada y violenta; y esperando a la mañana, dio sus avisos al Prefecto. Este llamó a los jóvenes responsables y, tras una reprensión razonada y serena, les envió a sus casas. Fue una lección justa y útil también para otros del Oratorio que hubiesen ((**It7.119**)) sufrido la veleidad de rebelarse contra los superiores, de manera que durante muchos años no hubo trasgresiones importantes ni colectivas a las reglas. Pestilente flagellato stultus sapientior erit (golpea al arrogante y el simple se hará avisado), dice el Espíritu Santo (Prov. XIX, 25). Sin embargo, don Bosco, ante la súplica de los alumnos expulsados que pedían perdón y prometían obediencia, readmitió a la mayoría; pero se mantuvo firme en no admitir a los dos obreros externos. Y acertó. Un maestro de taller tiene más influencia que nadie sobre los jóvenes, lo mismo para el bien, que para el mal, porque depende directamente de él su porvenir profesional. Por eso don Bosco debía ser prudente en la elección y riguroso en apartar de aquel cargo a quien se hiciere indigno del mismo. Y parece que Dios confirmó su resolución. <(**Es7.109**))
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