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((**Es6.781**) Por donde quiera que don Bosco iba, nunca dejaban los huéspedes de preparar para él una habitación decente, pero muchas veces prefería dormir, aun a costa de incomodidades, donde pasaban la noche sus muchachos. El 18 de octubre, viernes, habían salido muy temprano los jóvenes de sus dormitorios y don Bosco contemplaba desde el balcón a un grupo de ellos hablando en corro en el patio. El hijo del conde De Cárdenas, compareció poco después a su lado y preguntó al joven Tomatis si habían descansado bien. Tomatis con un gesto cómico imposible de describir, indicaba que tanto él como sus compañeros tenían todos los huesos molidos, y respondió un: -íMuy bien!, con tal tono de voz que hizo reventar de risa a cuantos le oyeron. Rióse también el Conde, que, muchos años después, aún recordaba pesaroso el mezquino y expeditivo recibimiento que no había podido remediar. En cuanto estuvimos listos, nos llevó don Bosco a un santuario donde se venera una imagen de la Virgen, para realizar las prácticas de piedad. Nuestros cantores nos deleitaron después de la misa con las letanías y el Tantum ergo, porque también se dio la bendición eucarística con gran alegría de los fieles que asistieron. Mientras almorzábamos excelentemente se presentó el Conde padre para invitarnos a visitar su bodega, que era a la sazón ((**It6.1036**)) una de las mejores de toda Italia. Bajábase a un inmenso subterráneo con planta de cruz latina, donde había inmensos lagares, prensas, alambiques y ciento nueve cubas, algunas de las cuales contenían más de cuatrocientas brentas (doscientos hectólitros) de vino, pues las vendiminas de otoño le producían a aquel señor siete mil brentas. Salidos de allí fuimos al jardín del palacio donde tomamos por asalto los aparatos de gimnasia del hijo. Con el permiso de don Bosco visitamos la ciudad y la hermosa iglesia parroquial dedicada a Santa María la Mayor; y después con un grito unánime clamamos: -Vamos a ver el Po. Y como a una media milla de la ciudad gozamos el espectáculo del rey de nuestros ríos, anchísimo y profundo. Mientras tanto don Bosco fue a visitar a algunas bienhechoras y al párroco, teólogo Domingo Rossi. Al mediodía nos invitó a volver al palacio, donde se nos había preparado la mesa con largueza señorial. Don Bosco, después de comer con el Senador y su familia, bajó con ellos al patio, y la banda tocó algunas piezas escogidas. A continuación nos encaminamos hacia la estación, donde ocupamos dos coches de tercera clase, concedidos gratuitamente a don Bosco por la Dirección de Ferrocarriles. Llegó el tren, engancharon nuestros dos coches, y al poco tiempo estábamos en Alessandria. (**Es6.781**))
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