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((**Es6.775**) los muchachos se arrodilló también la gente, que había acudido movida de la curiosidad y rezó las oraciones juntamente con ellos. Fue el sermón del buen ejemplo. El 14 de octubre, lunes, se cantó una misa fúnebre solemne por los difuntos del pueblo. Después de la comida, con el debido permiso fueron los jóvenes a ver a tres de sus amigos y a los frailes capuchinos, cuyo convento estaba cerca del pueblo. En todas partes les obsequiaron con vino, uvas y dulces. A su vuelta al pueblo se encontraron con un escenario improvisado en la iglesia parroquial. Los actores se prepararon rápidamente y comenzó la función. Como todos querían entrar y no había sitio para todos, se produjo un alboroto increíble. Afuera voceaban los que porfiaban con todo ahínco por entrar, y dentro voceaban contra los intrusos, rechazándolos. En la iglesia había una muchedumbre, apretujada como sardinas en banasta, y oíase un continuo murmullo, que algunos próceres querían cortar, gritando: -íSilencio!-. En conclusión, que por mucho que los actores forzaban la voz, no era posible lograr que el público oyera una sola palabra de la comedia. Después se preguntaban las mujeres unas a otras: -Has oído? -Yo no he podido entender nada. -íYo sí! Yo he entendido; han recitado la pasión de Nuestro Señor. Pero la escena más cómica tuvo lugar, después de la función, entre bastidores. Los muchachos habían tomado algunos cortinajes de la iglesia ((**It6.1028**)) para adornar el escenario. El sacristán, a quien no se había pedido permiso, en cuanto vio aquellas telas, se adelantó. Estaba tan borracho que a duras penas podía tenerse en pie, y dijo a Enría: -Le pregunto que con qué derecho ha agarrado estas cortinas. Y se tambaleaba al impulso de los efectos del vino. -Perdone, contestó Enría, yo le busqué a usted, y no le encontré. Quería pedirle permiso, pero no me fue posible. -Vuelvo a preguntarle, siguió el sacristán con voz todavía mas solemne, vuelvo a preguntarle que: con qué derecho ha agarrado usted esas cortinas? -Vamos, perdóneme que ya no lo volveré a hacer. -Quiero saber qué pretende; es usted acaso el amo? -íCaracoles!, contestó Enría harto de aquella mala broma; acabe usted de una vez, que ya me ha fastidiado bastante. -Cómo? Cómo? (**Es6.775**))
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