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((**Es6.771**) -Y cómo haremos?, observó el buen Superior. Es imposible preparar en unos minutos comida para tanta gente hambrienta. Ea, vamos... Escuche: dé la bendición; lleve después a los muchachos a contemplar el magnífico panorama de la llanura vista desde esta altura, mándelos después a visitar algunas de las muchas preciosas ermitas de la subida; y entre tanto preparemos alguna cosa. Don Bosco le dio las gracias y, después del Tantum ergo cantado con acompañamiento de música, fue a dar las órdenes oportunas, mientras los muchachos que habían salido de la iglesia, trababan amistad con los frailes que se presentaron todos en la plaza. A un aviso de don Bosco, se encaminaron hacia las ermitas trepando por la escarpada colina. ((**It6.1022**)) Las capillitas que habían sido destruidas en parte durante la invasión francesa, ahora estaban restauradas algunas, y otras lo iban siendo. Quedaron enamorados del espectáculo que ofrecían las estatuas en las capillas conservadas: la natividad y la presentación en el templo de María Santísima; Judit cortando la cabeza a Holofernes, el Paraíso, las bodas de Caná, la última Cena. Cuando bajaron, encontraron que los frailes, aunque pobres y escasos de provisiones, les habían preparado una comida en el refectorio. La sopa era una mezcla de arroz, pastas y legumbres de toda clase. Estaba sobre la mesa todo el pan del convento. Habían mandado a comprar el que se pudo encontrar en el pueblecito más cercano, a media hora de camino. Cocieron al horno el mayor número posible de hogazas. Añadieron salchichón, queso, carne fría sobrante de su comida, fruta, en fin todo lo comestible que se encontraba en su despensa. Y los jóvenes lo consumieron todo, pues la hora tan avanzada había aumentado su apetito extraordinariamente. El Guardián mandó llevar vino de la mejor calidad y lo sirvió él mismo en abundancia. A las cuatro, después de unas canciones, una visita a la Virgen, una oración por los caritativos frailes, y repetidas muestras de agradecimiento, los jóvenes volvieron a ponerse en marcha siguiendo el camino derecho hasta Casale. También don Bosco caminaba. La carretera era polvorienta y el calor abrasador. Todos sufrían ardorosa sed. En la marcha se desbandaron. Unos iban muy adelantados, otros se quedaban muy rezagados. Quién marchaba solo, quién formaba grupo con tres o cuatro más. Caminando así a la desbandada ocupaba la comitiva una media milla de la carretera. De trecho en trecho sonaban las trompas. Más allá de Ozzano llegó a nuestro encuentro el Mayordomo de monseñor Calabiana, angustiado por (**Es6.771**))
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