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((**Es6.69**) en tiempo de persecución. Vivía por aquellos tiempos una doncella perteneciente a una de las más nobles familias de Roma. Llamábase Cecilia y profesaba ocultamente la religión cristiana, puesto que sus padres eran paganos. Le gustaba mucho la música y tocaba el órgano, instrumento distinto del que ahora usamos; cantantibus organis Caecilia Domino decantabat. Cantaba himnos de alabanza al Señor, y nada deseaba más que entretenerse con su Dios y decirle: <>. Esta joven se había consagrado con voto a Jesucristo, prometiéndole conservarse virgen durante toda la vida. Pero sus padres habían pensado casarla con Valeriano, joven patricio de muy noble alcurnia. Así que se enteró Cecilia de que sus padres la habían prometido a un esposo de esta tierra, quedó desconcertada, y meditaba cómo salir de aquel apuro. Estaba ella siempre retirada en sus habitaciones, huía de los espectáculos y tenía consigo día y noche los santos evangelios, que eran su delicia. Rogaba continuamente al Señor para que la ayudase en aquella difícil situación. De pronto se sintió animada e inspirada a abandonarse con plena confianza en las manos de su amado esposo Jesús, y exclamó: -Soy feliz, me siento segura; íya sé lo que debo hacer! Acercábase en tanto el día de la boda. Fue Valeriano a verla y, ella, sacándolo aparte, le dijo: -Valeriano, tengo que descubrirte un secreto. Contestóle presuroso Valeriano: -Dime pues, Cecilia, lo que quieres porque yo seré siempre tu fiel compañero. -Te confiaré mi secreto, pero prométeme que no lo descubrirás a nadie. -Dímelo todo sin temor, pues nadie sabrá jamás por mí tu secreto. Entonces Cecilia le habló en estos términos: -Valeriano, yo me he consagrado a otro esposo, a un esposo celeste. Si tú te acercaras a mí para ultrajarme, tengo un ángel que me guarda constantemente, y éste te fulminaría al instante. -Tienes siempre un ángel a tu lado? Yo no lo veo. -Quieres verlo? ((**It6.78**)) -Lo deseo ardientemente. -Si quieres ver a mi ángel, antes tienes que creer en Jesucristo, Hijo de Dios, que por salvar a los hombres bajó del cielo a la tierra y derramó su sangre por nosotros. Tienes que creer que hay un solo Dios creador del cielo y de la tierra y de todo lo que hay en ellos; que este Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Después debes lavarte con las aguas que purifican y, sólo después de este bautismo, podrás ver a mi ángel. Valeriano, que nunca había oído hablar de Jesucristo, ardiendo en deseos de ver al ángel, exclamó: -A quién debo ir para purificarme? Y Cecilia respondió: -Si quieres realmente ser purificado, vete por la vía Apia hasta tres millas de la ciudad tertio ab urbe lapide... (en el tercer miliario desde la ciudad). 1 Allí encontrarás a unos pobres que te pedirán limosna y tú les dirás: 1 Había en los caminos romanos unas columnas o piedras, que señalaban la distancia de mil pasos, o sea, una milla (la milla romana antigua tenía 1.480 m.), y que se llaman miliar o piedra miliaria. (N. del T.).(**Es6.69**))
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