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((**Es6.673**) pues hay que hacer el bien a todos. Recibiremos siempre bien y con dulzura a los forasteros, pues esto es lo que ellos desean y esperan, sean éstos señores o sean pobres; es más, los que se encuentran en condición de inferioridad exigen, aún más que los otros, ser tratados con respeto. >>En cuanto a los jóvenes debemos tener caridad con ellos y, tratarlos siempre con dulzura; que nadie tenga motivo para decir de ninguno de nosotros: fulano es riguroso y severo. íNo!, que nunca pueda nadie formarse tal concepto de alguno de nosotros. Si hemos de reprender a alguno, llevémoslo aparte, hagámosle comprender por las buenas su falta, su deshonra, su daño, la ofensa de Dios; porque ((**It6.891**)) si procedemos de otro modo bajará la cabeza al oír nuestras duras palabras, temblará, pero hará siempre por escapar de nosotros y será escaso el provecho obtenido con amonestaciones de esta clase. Si sorprendemos con las manos en la masa a algún despistado, agarrémosle por un brazo y digámosle resueltamente: >>-Mira lo que haces, considera lo que merecerías, y si yo te llevara al Superior, qué pasaría?, etc. >>Pero de una manera especial tengamos caridad entre nosotros; cuando uno tiene que decir algo al compañero, dígaselo enseguida sin miedo. No se guarde resentimiento o rencor en el corazón. Puede que sea inoportuna la advertencia; no importa; hágase en seguida. >>La palabra de don Bosco tenía un atractivo singular para los clérigos. Al salir de su habitación, decía el que había entrado: >>-íYo estaré siempre con don Bosco! >>Preguntaba después a algún compañero: >>-Y tú? >>-Yo también, repetían los demás>>. Un día se encontraron unos clérigos de don Bosco con el Abate Vacchetta, el cual les preguntó: -Por qué estáis allá abajo en Valdocco con don Bosco? -Porque nos gusta, -respondieron. La marca que en ellos dejaba la educación de don Bosco, hacía que se distinguieran de los otros seminaristas, no pertenecientes al Oratorio. Bajaba un día el canónigo César Ronzini por la carrera de Valdocco junto al hospital San Luis, y como viera en la acera contraria al clérigo Garino, hízole señas con la mano para que se acercara. Llegóse a él y le preguntó: -Qué manda el señor Canónigo? -Nada; quería saber si usted es de los de don Bosco. -íSí, señor! (**Es6.673**))
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