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((**Es6.642**) debe quedar entre nosotros, lo tendrían por fábula. Pero tenemos como norma que, siempre que una cosa redunda en bien de las almas, viene ciertamente de Dios y no pude ser cosa del demonio. ((**It6.850**)) >>Tengo que daros una noticia singular y es que el demonio quedó totalmente derrotado en esta casa, y, si seguimos por este camino, tendrá que declararse en bancarrota absoluta.>> Es de advertir un hecho mil veces sucedido en el Oratorio. Los chicos, al ir a confesarse con don Bosco, ya fuera por no estar bien preparados en cuanto al examen, ya porque necesitaban ánimos para manifestar algo que los ruborizaba, ya por tener embrollada la conciencia o, también, por ir más aprisa, después de arrodillarse a sus pies, y en lugar de comenzar la acusación, decían a don Bosco: -íDiga usted! Y don Bosco manifestaba a cada uno lo que había hecho, sin añadir ni quitar detalles, con maravillosa exactitud. Tenemos de esto testimonios sinceros por centenares; entre otros los de don Modesto Davico y don Domingo Belmonte. A veces llegaba don Bosco a la sacristía y la encontraba atestada de muchachos que querían confesarse. Echaba una mirada alrededor, y decía a uno: -Vete a comulgar. Y lo mismo decía sucesivamente a muchos otros, haciéndoles una señal de que podían marchar. Sabía él que sus conciencias estaban limpias y los muchachos marchaban contentos, firmemente persuadidos de que don Bosco leía en sus corazones. Nos sucedió a menudo tener que salir de la sacristía para celebrar la santa misa y encontrar mucha dificultad para atravesarla, dada la cantidad de jóvenes arrodillados que la llenaban. Al regresar la encontrábamos desierta y a don Bosco solo preparándose para celebrar. No raras veces, al confesar, acaecíale otro hecho singular. En medio de la muchedumbre de jóvenes veía a uno arrodillado lejos en un rincón y, sin hacer caso de los demás, le hacía una seña, y él, extrañado por la inesperada invitación, avanzaba por entre los compañeros, que le abrían paso hasta don Bosco, y se confesaba ((**It6.851**)) el primero. A alguno, que observó con atención y gozaba de la confianza de los compañeros, le resultó que en estos casos había algún titubeo en volver a ponerse en gracia de Dios. Pero don Bosco no sólo daba la salud espiritual a sus alumnos, sino a veces también la corporal. Cuenta Ruffino <(**Es6.642**))
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