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((**Es6.638**) >>Seguían entre tanto en Bérgamo los ejercicios. Con sus amables maneras, se ganó don Bosco el corazón de todos los seminaristas, no sólo por la fuerza de su predicación, sino por la familiaridad con que los trataba. Estaba con ellos durante los recreos, los alegraba con sus bromas moderadas, les contaba algún hecho sentado por el suelo en el patio, mientras los jóvenes se sentaban también a su alrededor, El Rector del Seminario rezongaba un poco ante aquellas maneras, que, según él, parecían contrarias a la gravedad sacerdotal y exclamaba en voz baja: >>-íMe parece que esto no se puede tolerar, esto no se puede consentir! >>Pero, de haberles sido posible a aquellos jóvenes partir, todos se hubieran ido con él al Oratorio. ((**It6.845**)) >>No es para dicho el fruto que alcanzó>>. Hay una carta recordando estos ejercicios, la cual transcribimos a continuación: Muy Reverendo Señor: Muy satisfecho de poder presentar también yo mi pequeño tributo de estimación y agradecimiento a la santa memoria de don Bosco, le narro un hecho, que tal vez no sea inútil para quien tenga la gran suerte de escribir su biografía. El año 1861 estuvo el veneradísimo don Bosco predicando los ejercicios espirituales a los seminaristas del Seminario Episcopal de Bérgamo, entre los cuales me contaba yo. Pues bien, en una de sus platicas, nos dijo poco mas o menos así: <>. No sé qué caso hicieron los demás de esta propuesta; yo por mi parte la acepté con gozo, dada la grandísima estimación que, en aquellos días, me había inspirado don Bosco, y aún no he dejado ni un día, que yo me acuerde, de rezar el avemaría, según dicha intención. Pero, al correr de los años, me asaltó una duda, que me hice resolver por el mismo don Bosco de la siguiente manera. En la tarde del 3 de enero de 1882, me encontraba yo en Turín, camino de Chieri, para ingresar en el Noviciado de la Compañía de Jesús: pedí y obtuve permiso para hablar con don Bosco. Me recibió con gran bondad y, al comunicarle que iba a ingresar en el Noviciado de la Compañía, dijo: -íCuánto me alegro! Cuando oigo decir que alguien ingresa en la Compañía de Jesús, experimento tanto gusto, como si ingresara con mis salesianos. Después le dije: -Si me lo permite, quisiera pedirle aclaraciones acerca de un asunto, que me interesa (**Es6.638**))
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