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((**Es6.61**) mundo han guardado la bella virtud de la pureza. Este mismo apóstol dejó escrito en su Apocalipsis que, habiendo entrado en el último cielo, vio una gran muchedumbre de almas vestidas de blanco con un cinturón de oro y llevando una palma en la mano. Estas almas estaban continuamente con el Cordero Divino y le seguían adonde quiera que fuese. Cantaban un himno tan bello, tan suave, que Juan, no pudiendo resistir tanta dulzura de armonía, vuelto al ángel que le acompañaba, le dijo: -Quiénes son éstos que rodean al Cordero y cantan un himno tan bello que ((**It6.66**)) ningún otro santo puede cantar? El ángel respondió: -Son las almas, que han guardado la bella virtud de la pureza, virgines enim sunt (pues son vírgenes). íOh, almas dichosas que todavía no habéis perdido la bella virtud de la pureza, redoblad, os lo suplico, vuestros esfuerzos para conservarla! Guardad los sentidos, invocad a menudo a Jesús y a María, visitad a Jesús en el sagrario, comulgad con frecuencia, obedeced, rezad. Poseéis un tesoro tan hermoso, tan grande, que los ángeles mismos os lo envidian. Vosotros sois, como afirma nuestro mismo redentor Jesucristo, sois semejantes a los ángeles: erunt sicut angeli Dei in coelo (serán como ángeles de Dios en el cielo). Y vosotros, los que desgraciadamente la habéis perdido, no os desaniméis; las jaculatorias, las frecuentes y buenas confesiones, el evitar las ocasiones, las visitas a Jesús os ayudarán a recobrarla. Luchad con todas vuestras fuerzas, no temáis, la victoria será vuestra, pues nunca os faltará la gracia de Dios. Verdad es que ya no tendréis la gran suerte de pertenecer a aquel séquito de santos que en el paraíso tienen un puesto reservado, ya no podréis cantar el himno que sólo los vírgenes pueden cantar, pero esto no es un obstáculo para vuestra futura perfecta felicidad. Queda todavía un lugar para vosotros en el cielo, tan hermoso, tan majestuoso, que a su lado son como de barro y desaparecen los tronos de los más ricos príncipes y más poderosos emperadores, que fueron y podrán ser en esta tierra. Estaréis rodeados de tanta gloria que ninguna lengua humana ni angélica podrá jamás expresar. Podréis todavía gozar de la querida y dulce compañía de Jesús y de María, de esta nuestra buena Madre que allá nos espera ansiosa; de la compañía de todos los santos, de todos lo ángeles, que ahora y siempre están prontos a ayudarnos con tal de que tomemos a pechos guardar la bella virtud de la pureza.(**Es6.61**))
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