Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es6.603**) -Mande celebrar misas por su finado. Algunos días después, ya anochecido, estaba sentado en su despacho, levantó los ojos y vio ante sí a un hombre, cuya entrada no había advertido, y gritó: -íHola! Acudieron los criados de la dependencia contigua: -Por qué habéis introducido aquí a un hombre sin anunciarlo? -A quién, Príncipe? Aquí no ha entrado nadie; estáis solo. En efecto, aquel hombre había desaparecido. -Será, replicó Lubomirski, una ilusión de mis ojos. Los criados se retiraron; pero un instante después volvió a aparecer delante de él el mismo individuo. -íHola! -gritó el príncipe por segunda vez. Pero el aparecido desapareció inmediatamente y los criados quedaron aturdidos, por no saber explicarse la alucinación del amo, si no era achacándola a una congestión cerebral, causada por el exceso de trabajo. Aquel hombre fuerte no podía admitir que él fuera un visionario y se ruborizaba de parecerlo. Mientras reflexionaba sobre aquella inexplicable aparición, presentósele por tercera vez y, al hacer el Príncipe el ademán para llamar gente, díjole el misterioso personaje: -No llaméis a nadie, lo que debo deciros no tiene que oírlo nadie más ((**It6.799**)) que vos; yo soy el marido de aquella pobre viuda, a la que disteis el dinero para mandar celebrar misas por el descanso de mi alma. Gracias a este socorro, estoy en el paraíso y, en recompensa de vuestra caridad, obtuve del Señor la gracia de venir a deciros de su parte que el alma es inmortal. Al oír estas palabras el Príncipe agarró el manuscrito, lo rasgó y, sinceramente convertido, hízose ardiente defensor de la fe, una lumbrera de Polonia por sus virtudes y doctos escritos, que le merecieron ser llamado el Salomón del Norte. El manuscrito blasfemo, rasgado por la midad, lo guarda celosamente la familia Lubomirski>>. El día 16 recibía don Bosco una carta procedente de Giaveno, que nos da a conocer el espíritu que animaba uno de los clérigos puesto por él para trabajar en el Seminario Menor. Muy Reverendo Señor y Padre Carísimo en Cristo: Vivir y morir todo por Jesús y María. Este es mi único deseo y a tal fin van dirigidas mis acciones y oraciones. Vivir y morir en el servicio del Señor, mirando de este modo por mi eterna salvación y, hasta donde yo pueda, por la de mis hermanos, sin regateo alguno de cansancio y trabajo. Si en el pasado necesité conocer y hacer la voluntad de Dios, ahora es y será siempre para mí una estricta necesidad; y esta dirección, que siempre, y en usted sólo encontré, suplico con viva instancia que siga proporcionándomela. En la nueva Sociedad de San Francisco de Sales, existente en esta Casa del Oratorio, parece que encuentra paz y descanso mi corazón. Ya he leído y meditado las reglas y me someto a todas y espero observarlas con la ayuda de Dios. Aquí tiene las súplicas de un hijo prendado de ella, que pide ser admitido y contado entre los hermanos de dicha Sociedad, si a usted le parece bien y si soy digno de tan gran favor. (**Es6.603**))
<Anterior: 6. 602><Siguiente: 6. 604>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com