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((**Es6.52**) desde el púlpito, inspiraban a sus jóvenes oyentes gran respeto y sumisión a las prescripciones del Sumo Pontífice, de todos los obispos y especialmente a las del Arzobispo de Turín. La conducta de monseñor Fransoni había sido juzgada poco rectamente por una parte del clero; pero los muchachos educados por don Bosco se habían mantenido firmes y fieles en su veneración y defensa. Sucedió aquel año que, encontrándose uno de sus clérigos en casa del párroco de Airasca con otros sacerdotes, que tomaban parte en una fiesta, cierto maestro-sacerdote de Turín, comenzó a criticar a monseñor Fransoni, afirmando que bien se merecía el destierro por su injustificada obstinación contra el ministro Santa Rosa, al negarle el Viático por no haber querido retractarse de los errores, por los que había incurrido en censura. Como ninguno se levantara a defender la conducta ((**It6.53**)) recta y conforme a los cánones del Arzobispo, alzóse el clérigo para protestar y defenderlo, y lo hizo con tal elocuencia y ardor que, asombrado el maestro-sacerdote, preguntó quién era su joven adversario. Al enterarse de que era un clérigo de don Bosco, dijo: -Oh, con los de don Bosco hay que ir con cuidado, antes de tocar ciertos temas. El clérigo era Juan Cagliero. Entretanto comenzaba la novena de la fiesta del Rosario. Miguel Magone había ido a casa de su madre, a la que profesaba mucho cariño, durante la Pascua de Resurrección, pero no quiso volver en las vacaciones otoñales, también porque se lo había aconsejado don Bosco. Le preguntaron varias veces el motivo, pero él esquivaba la respuesta riendo. Por fin, un día descubrió el secreto a un amigo suyo. -Fui una vez, díjole, a pasar unos días de vacación a casa; pero en adelante, si no me veo obligado a ello, no iré. -Por qué?, preguntó el compañero. -Porque en casa se encuentra uno con los peligros de antes. Los lugares, las diversiones, los compañeros me arrastran a vivir como lo hacía antaño y yo no quiero que vuelva a suceder lo mismo. -Hay que ir con buena voluntad y practicar los avisos que nos dan nuestros superiores antes de salir. -La buena voluntad es como una niebla, que desaparece poco a poco a medida que vivo lejos del Oratorio; los avisos sirven unos días; después, los compañeros me los hacen olvidar. -Entonces según tú, nadie tendría que ir de vacaciones a su casa a ver a los padres? -Entonces, según yo pienso, vaya en hora buena a vacaciones(**Es6.52**))
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