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((**Es6.462**) -íVenga, don Bosco, venga a toda prisa, que hay otro registro! íEl Oratorio está atestado de guardias! Entonces reflexionó don Bosco: -Ahora comprendo por qué he errado el camino. La mano visible de la Providencia me ha traído hasta casa, donde es necesaria mi presencia. El Señor veía más lejos que yo. Y se apresuró a entrar en el Oratorio, en el momento preciso en que se le esperaba como a un ángel libertador. En aquel instante sucedía la dolorosa escena de don Víctor Alasonatti. ((**It6.615**)) Estaban todos los muchachos espantados. Más aún cuando vieron que los guardias habían impedido bruscamente la salida del clérigo Juan Cagliero, que iba a sus lecciones de música con el maestro Cerrutti, llevando consigo alguna partitura musical. Parte de ellos se juntó en la iglesia a rezar, y unía a sus oraciones las de miles de personas recogidas en el Cottolengo por mandato del canónigo Anglesio. Este aguardaba con ansiedad el resultado de aquel abuso de poder. Tan pronto como don Bosco subió la escalera, algunos aprendices se plantaron al pie de la misma dispuestos a oponer resistencia e impedir que se llevaran a don Bosco. El clérigo Anfossi no supo contenerse y penetró corriendo en el despacho del Prefecto, detrás de don Bosco. Era precisamente el momento en que se desmayaba don Víctor. Al ver en aquel deplorable estado a su querido y digno ayudante, experimentó una profunda pena. Se acercó a él, tomó su mano y le llamó por su nombre. A la voz de don Bosco, pareció recobrarse un poco, y con voz apagada contestó: -Don Bosco... ayúdeme... -No se apure, añadió éste; estoy yo, y me ocuparé de todo; íánimo! -Vim patior (soy víctima de la violencia), replicó a duras penas el buen Prefecto. -Ya veo, por desgracia, que sufre violencia, continuó don Bosco. Lo siento en el alma; pero recuerde que regnum coelorum vim patitur et violenti rapiunt illud (el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo conquistan). Después de estas palabras de aliento al pobre paciente, volvióse don Bosco a los requirentes y les preguntó qué pretendían. Anfossi oyó que uno de ellos respondió: -Que se nos entreguen las cuentas exactas del balance de la casa y del dinero que guarda en su poder; de no ser así, tenemos orden de arrestarle. (**Es6.462**))
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