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((**Es6.458**) se quedaron al pie de la escalera, otros dos en la antesala y dos más anduvieron hurgando con sumo rigor durante dos días por la habitación, en todos los rincones y escondrijos. No encontraron nada que pudiera justificar los temores del Gobierno. Defraudadas sus esperanzas con el registro de la Residencia Sacerdotal, se ilusionaron con tener mejor suerte en el Oratorio. Así lo dejó escrito don Bosco: <>. Nosotros, siguiendo las huellas de su narración, la iremos ampliando con otros testimonios. ((**It6.610**)) Eran las diez de la mañana del nueve de junio, quince días después del primer registro, cuando, escoltados por la policía, llegaron al Oratorio tres señores. Eran el señor Malusardi, secretario del ministro Farini, el caballero Gatti, inspector general en el ministerio de Instrucción Pública y el profesor Petitti, doctorado en teología, pero seglar. El primero debía examinar los libros de cuentas e inspeccionar los locales; el segundo, visitar las escuelas e interrogar a los alumnos; y el tercero, tomar nota taquigráfica de preguntas y respuestas. Les acompañaban otros empleados de los ministerios, y algunos guardias vigilando fuera de la puerta del Instituto. Desgraciadamente don Bosco había salido poco antes a la ciudad, sin dejar dicho a nadie dónde tenía intención de ir aquella mañana. Fueron enviados al instante en su busca varios jóvenes, José Buzzetti entre ellos; pero recorrieron Turín en todas direcciones sin resultado alguno. Los inspectores comenzaron por visitar la escuela del maestro Reano que estaba junto a la portería. En ella había casi noventa y tres muchachos externos, casi todos expulsados de las escuelas municipales, por demasiado rebeldes o demasiado sucios, que empezaban (**Es6.458**))
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