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((**Es6.421**) En aquel instante llegó el Jefe de la Policía, juez Chiappusso, informado quizá de las dificultades que oponía don Bosco a la ejecución de las órdenes de la Superioridad y al oír las últimas palabras, exclamó: -Entonces; tenemos que recitificar antes los títulos? íVaya! íProcédase al momento! Subieron todos hasta la puerta de la habitación de don Bosco, seguidos por tres guardias. Sobre el dintel de la puerta, que daba acceso a la biblioteca estaban escritas las palabras: Alabados sean por siempre los Santísimos Nombres de Jesús y María. Al llegar allí, el abogado Túa las leyó en son de burla; y don Bosco, parándose, añadió: Y sea por siempre alabado; pero antes de concluir la jaculatoria, que acostumbraba cantarse entre nosotros, y que también campeaba sobre el dintel de la puerta contigua que daba a la habitación, volviéndose hacia atrás, intimó a todos a descubrirse. Como ninguno obedeciera, replicó: -Ustedes han empezado en son de chunga y ahora deben acabar con el debido respeto; por consiguiente ordeno que todos se descubran. Ante su resuelta actitud se resignaron a obedecer, y entonces don Bosco terminó diciendo: el Nombre de Jesús Verbo encarnado. Entró en la habitación con los tres señores, a los que se sumaron dos guardias de servicio, entregóse don Bosco a su arbitrio y comenzó la vergonzosa escena. Aquellos fiscales pusieron sobre él sus manos. Todo fue objeto de sus pesquisas: los bolsillos, la agenda, el portamonedas, la sotana, los pantalones, el chaleco, el ribete de las prendas, hasta la borla del bonete. íEra un registro domiciliario, con el fin de encontrar, como ellos decían, el cuerpo del delito! Como estas operaciones se hacían groseramente zarandeando al ((**It6.561**)) pobre sacerdote y registrándolo sin consideración alguna, dejó don Bosco escapar estas palabras: Et cum sceleratis reputatus est (y fue considerado como un criminal). -Qué dice?, preguntó uno de ellos. Don Bosco, clavando en ellos su penetrante mirada contestó: -Digo que están haciendo conmigo lo mismo que otrora hicieron algunos al divino Salvador. Después del registro personal pasaron al de las dos habitaciones, una de las cuales servía de biblioteca. Lo primero que cayó en sus manos fiscalizadoras fue una papelera atestada de papeles rotos, sobres, trapos, barreduras y otros desperdicios. Como el abogado (**Es6.421**))
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