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((**Es6.399**) rostro, y después recorrió la sala visitando a los demás enfermos. En aquel lapso de tiempo el joven volvió a perder el habla y cuando don Bosco, acabada la vuelta, llegó otra vez a la cabecera del pobrecito, éste expiraba. Como en otro tiempo a san Felipe Neri, había Dios conducido a don Bosco y éste había llegado en el día e instante único, oportuno para salvar al alma de uno de sus queridos hijos. Este hecho nos lo contó José Reano. El Señor guiaba los pasos de don Bosco, hombre de oración continua, aun cuando no tenía ninguna de esas exterioridades y prácticas que generalmente se ven en otros santos. Su oración era activa; consistía en estar continuamente en la presencia de Dios, no sólo con el fin de servirle, sino gozando y alegrándose en medio de las propias ocupaciones al ver cumplirse la voluntad de Dios en lo que se está haciendo. ((**It6.531**)) Ya escribió san Francisco de Sales: <> Así, pues, don Bosco, lo mismo en casa que fuera de ella, promovía con obras y palabras la gloria de Dios con espíritu y con gran sencillez. El seguía haciendo apostolado en los hospitales y en las cárceles. El 18 de mayo, después de cenar, se quedaron muchos clérigos a su alrededor en el comedor. Se habló de varios asuntos, y, entre otros, de la necesidad de buenos y valientes sacerdotes para los pobres presos. Reflexionando don Bosco sobre estos infelices, necesitados de la palabra de Dios para librarse de la oprobiosa esclavitud del vicio, quedóse un rato pensativo. De pronto tomó entre sus manos las del clérigo Ruffino y, mirándolo a la cara como para reconocerlo, apoyando después los codos sobre la mesa, colocó su frente sobre la mano del clérigo y estuvo así unos minutos. Levantó luego la cabeza y le dijo: -Animo, necesitas tener un brazo fuerte para manejar diestramente la hoz. Se refería a la siega en el campo evangélico. Al día siguiente dijo a los clérigos, hablando de los acontecimientos públicos: -Creo que estamos solamente al principio de los males. Y, sin embargo, parecía que ya eran muy graves. Se había dado amplia libertad a los protestantes para abrir templos, escuelas y blasfemar a su voluntad. Se permitía la difusión de libelos infames y (**Es6.399**))
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