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((**Es6.374**) dirigía cartas impregnadas de amor filial y ponía en su conocimiento las tramas que maquinaban las sectas contra él. Nos contó don Angel Savio: <>. Más tarde fue encargado don Pablo Albera de esos recados. Don Bosco consideraba como suyos los intereses del Papa, y decía: <>. Ordenaba en consecuencia que se leyeran en el refectorio las encíclicas y otros documentos pontificios, e incluso hacía traducir algunos al italiano para que los aprendieran de memoria. No disimulaba sus principios, sino que los defendía con ardor ante los adversarios que se oponían a ellos. Y precisamente en aquellos días glorificaba al Papado con la pluma. La editorial Paravía preparaba para el mes de abril el librito: Vida y martirio de los Sumos Pontífices San Lucio I y San Esteban I por el sacerdote Juan Bosco. En este número, después de publicar por entero el Breve de su Santidad, fechado al 7 de enero, demuestra con estas dos vidas cómo ((**It6.495**)) los Papas, por tener jurisdicción universal sobre la Iglesia, reconocida formalmente por san Cipriano, consagraban en Roma nuevos obispos y los enviaban a fundar diócesis en todas las partes del mundo; y cómo san Esteban deponía de sus sedes, por indignos, a algunos obispos de Francia y de España. Se pone de relieve cómo san Lucio exigía que los jóvenes aspirantes al estado eclesiástico fueran de probada castidad y lanzaba la excomunión contra los cristianos que se apoderaban de los bienes de la Iglesia. Se habla de los milagros obrados por las reliquias de estos dos Pontífices mártires y se los compara con las de Jesucristo y de los apóstoles. Por último, se describe el glorioso martirio de algunos contemporáneos suyos por confesar la fe. Pero los acontecimientos públicos se sucedían, cada vez con mayor daño para la Iglesia. Al llegar a este punto, y antes de continuar nuestra narración, hemos de dar razón a los lectores de cuanto vamos a referir. Domingo Ruffino, que fue ordenado sacerdote en 1863 y estaba dotado de ciencia teológica, virtud, piedad, talento y criterio nada comunes, comenzó, en 1859, a tomar diligente nota de cuantos dichos y hechos, de don Bosco, era testigo; sus profecías de acontecimientos públicos y privados, y de fallecimientos de los muchachos de la casa, señalando (**Es6.374**))
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