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((**Es6.361**) Fue padrino de los confirmados el diputado conde Cays. Después de la confirmación, el señor obispo alentó al neófito con animadas y conmovedoras expresiones a apreciar el gran don de la fe, que acababa de recibir. Animó después a todos los confirmados a mostrarse verdaderos soldados de Jesucristo, cumpliendo con firmeza y valor sus deberes cristianos sin respeto humano. Las diversas partes de la sagrada función fueron alegradas con los cantos de un coro de voces blancas, que despertaban celestes pensamientos en el corazón de los asistentes. Concluyó la función con la bendición de Su Divina Majestad a la una y media de la tarde. Nos consignó por escrito José Reano: <>. Ocasiones semejantes no faltarían, puesto que el Oratorio de San Francisco de Sales era el puerto donde se refugiaban muchos de los que volvían de las sectas al regazo de la Iglesia. La amabilidad de don Bosco y su admirable paciencia para aguantar cuestiones vulgares y ((**It6.477**)) hasta insultos, vencieron más de una vez la dureza de ciertos corazones. Su lema era: pasar por encima de toda ofensa para la gloria de Dios y para ganarle almas. Con este atractivo adquiría gran ascendiente sobre los pobres descarriados. Entre otros, acudía a menudo al Oratorio para discutir con don Bosco cierto ministro protestante, en otro tiempo sacerdote católico. La primera vez que acudió, afirmaba que era necesario poner la Biblia como base de los puntos a discutir. -Pero qué Biblia?, le respondió don Bosco; la vuestra o la nuestra? Quién nos la ha conservado durante tantos siglos? íVosotros habéis nacido ayer! Y quién guardó celosamente este tesoro?, Vosotros? Sólo la Iglesia Católica, con su tradición, puede aportaros las pruebas de la autenticidad de los libros sagrados. El pobrecito no sabía qué responder y don Bosco lo invitó a comer como un amigo y continuó invitándolo siempre que iba a presentarle sus objeciones. Es testigo de estas relaciones Reano, el cual contaba también que cierto día fue a discutir con don Bosco un valdense. Como se prolongara demasiado la entrevista y Reano tuviera miedo de algún desmán, entreabrió la puerta para espiar y vio al apóstata de rodillas confesándose. Por aquel tiempo admitió don Bosco en su casa a un muchacho convertido de la herejía. (**Es6.361**))
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