Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es6.359**) hasta con premios, a la pobre e incauta juventud. Pero en esta impetuosa tormenta desencadenada por Satanás, Nos, con humildad de corazón, damos rendidas gracias a Dios, que, con su favor y auxilio, presta valor y aliento a los Obispos de Italia para guardar intrépidamente, cada uno dentro de su propia grey, el depósito de la fe. Sirven de alivio a nuestro corazón la estrechísima concordia de los espíritus, con que también el Clero atiende en este tristísimo momento a la salvación de las almas y la firmeza y constancia de ánimo con que lleva y sostiene toda suerte de adversidades por la causa de Dios y de la Iglesia. Y no podemos expresar con palabras el consuelo que nos proporcionó la parte de tu carta, que nos dio a conocer que las presentes calamidades de este tiempo han aumentado tus ánimos, amado hijo, y los de otras personas eclesiásticas. Y en consecuencia, os esforzáis enérgicamente con la predicación de la palabra de Dios, con la difusión de buenos libros y escritos y uniendo ánimos y actividades, para oponeros a las maquinaciones de los enemigos de la Iglesia. No hay nada superior a este modo de obrar, nada más útil para promover y enardecer la piedad del pueblo. Ni quedó falta de buenos resultados esa tu excelente solicitud, merced a la cual son muchísimos los jóvenes que van a los benditos Oratorios en los días festivos y cotidianamente a las escuelas, a su hora oportuna, y se hacen cada vez más fervorosos mediante la educación cristiana y la frecuencia de los Sacramentos. El cuidado que tienes de los muchachos pobres, ((**It6.474**)) por ti recogidos, obtiene cada día éxitos más halagüeños, y aumenta el número de los que un día podrán ser útiles ministros de la Iglesia. Sigue, amado hijo, el camino que has emprendido para la gloria de Dios y provecho de la Iglesia. Soporta las tribulaciones, que te sobrevinieren, aunque fueren graves, y sufre con magnanimidad las calamidades de este tiempo. Ponemos nuestra esperanza en Dios, el cual por la protección de la Reina del Cielo y Señora del mundo, la Madre de Dios María Virgen Inmaculada, nos librará de estos males tan grandes y consolará a su afligida Iglesia haciendo que triunfe de sus enemigos. No dudamos lo más mínimo que con este fin y para obtener a nuestra debilidad, muy prontamente, el auxilio y socorro de Dios, seguirás, amado hijo, junto con los alumnos y colaboradores de tu internado, por ti y por Nos muy amados, suplicando a Dios con fervor cada vez mayor, con toda suerte de oraciones. Nos, calurosísimamente, rogamos también a Dios que os mantenga a ti y a ellos en su paz, os cubra con su diestra y os defienda con su santo brazo. Prenda de este auxilio celeste deseamos que sea la Bendición Apostólica, que con efusión y afecto de corazón paterno y con amor impartimos para ti, amado hijo, y para los alumnos y colaboradores, así como también para todos los que contigo trabajan en favor de estas piadosas obras, o las frecuentan. Dado en Roma, junto a San Pedro, a 7 de enero de 1860. Año décimo cuarto de nuestro Pontificado. PIO P.P. IX Mientras el Sumo Pontífice escribía esta afectuosa carta a don Bosco, el periódico Armonía abría en su número diecinueve de 1860 una nueva lista de suscripciones de ofertas al Papa bajo el nombre de Obolo de San Pedro y, en poco más de un año, reunió trescientas mil liras. La suscripción había sido inspirada e impulsada por la duquesa (**Es6.359**))
<Anterior: 6. 358><Siguiente: 6. 360>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com