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((**Es6.344**) sentía en sí mismo el poder inefable de perdonar los pecados; estaba seguro de que por su mediación no pocos habían llegado al puerto de la eterna salvación. Además, amaba apasionadamente a las almas para conducirlas a Jesucristo. Estas son las razones por las que don Bosco, sin hacer caso de ciertos miramientos humanos, invitaba, a tiempo y a destiempo, a muchos al saludable baño de la confesión. Tenga siempre el lector ante sus ojos el móvil de estas invitaciones de don Bosco y hallará la explicación de muchísimos hechos que vamos a ir refiriendo en los siguientes volúmenes. Al mismo tiempo se convencerá de que Dios no sólo aprobaba el proceder de don Bosco para la salvación de las almas, sino que cooperaba a su ardiente celo de una manera maravillosa. Afírmase en el libro de los Proverbios: <> 1. Pero la paciencia de don Bosco iba más lejos, puesto que, teniendo ante los ojos el pasado y el porvenir de tantos jóvenes, se servía de ello para dirigirlos y ponerlos en guardia contra los peligros que iban a encontrar. ((**It6.453**)) Pasemos, pues, a nuevos testimonios y en primer lugar al que dejó por escrito en 1861 el profesor de literatura don Juan Turchi, hombre cauto para prestar fe y crítico severo. <>Durante los diez años que estuve en el Oratorio oí decir mil veces a don Bosco: -Presentadme un muchacho a quien yo nunca haya conocido en modo alguno y mirándole a la frente le revelaré sus pecados comenzando a enumerar los de su niñez. >>A veces añadía: -Al confesar veo a menudo las conciencias de los muchachos abiertas ante mí como un libro en el que puedo leer. 1 Prov. XXVII, 19. (**Es6.344**))
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