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((**Es6.335**) Dijo un día a un buen muchacho: -Quiero que hagamos un contrato juntos. -Qué contrato? -Te lo diré otro día. Pasó el muchacho una semana la mar de preocupado, fue a confesarse con don Bosco, y le preguntó: -íDígame! Qué clase de contrato quiere hacer conmigo? -Dime tú, respondió don Bosco; te gustaría quedarte en el Oratorio para estar siempre con don Bosco? -íOjalá!, exclamó el muchacho, sin comprender el alcance de la propuesta. -Pues bien, vete a don Miguel Rúa y dile que yo quiero hacer contrato contigo. Cumplió el muchacho el encargo. Quedóse Rúa un poco perplejo porque de golpe no captó el alcance; pero, después, lo llevó a una conferencia que don Bosco daba a los Salesianos. Asistió el muchacho a ella y a otras más, se inscribió en la pía Sociedad y es hoy un celoso sacerdote Salesiano. No dejaba de reconvenir amablemente a quien lo merecía; pero, si temía que el reproche no iba a ser bien recibido, ((**It6.440**)) procuraba que junto con aquel puntilloso se encontrase otro compañero juicioso, a veces prevenido y a veces no. Dirigía la corrección a éste y así el otro amigo recibía la observación correspondiente y comprendía cuál era su obligación, sin darse cuenta, por lo menos en el momento, del ardid empleado. Pero no faltaba el buen efecto y, reflexionando, se daba cuenta de que don Bosco llevaba razón y volvía más tarde a él para pedirle perdón y prometer una conducta más ejemplar. Sucedía en ocasiones una escena de risa. Porque, a veces, el conocedor del ardid de don Bosco no se mantenía dueño de sí mismo en el momento del reproche y se quedaba turbado, pero callaba por respeto al Superior. Mas después, al quedar a solas con él, hubiera querido defenderse, y don Bosco le interrumpía con estas sencillas palabras: -íNo me has entendido! Esto bastaba para disipar la nube y al mismo tiempo le daba a entender que hubiera deseado algo más de humildad. Tenía también un tacto especial para consolar a los afligidos por una desgracia familiar, a los achacosos, a los enfadados por cualquier cuestión, a los escrupulosos, a los que querían dejar el Oratorio por disgustos allí tenidos, según decían, o por otro motivo. Tan (**Es6.335**))
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