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((**Es6.282**) y mercados porque todavía no conozco bien el tiempo, lugar y modo de cómo suelen hacerse las ferias y mercados en nuestros nuevos estados. Para no tener parcialidades y disparatar suspendo el hablar de todo ello. Pero puedo asegurar que lo que os voy a decir lo considero de mucha mayor importancia; son cosas para llorar y a veces para reír. Os contaré mis hazañas guerreras; voy a hacer de historiador y exponeros el pasado; haré de político y os hablaré del presente; haré de profeta y os anunciaré el futuro y, después de una serie de hechos curiosos, me ingeniaré para divertiros un poquito, cantándoos una canción. II Un saludo -La guerra -Negocio de refrescos -Encuentro con un general francés en Montebello -Cosas de Palestro -Un zuavo. Os saludo cordial y respetuosamente, apreciados amigos, y lo hago de todo corazón, porque mucho me temía no poder volver a veros. La terrible guerra del año pasado, en la que también yo tomé parte, me quitaba casi todas las esperanzas de poder volver a veros. Sí, queridos amigos, tomé parte en algunas batallas; estuve ((**It6.368**)) en Montebello, en Palestro, en Magenta, en Marignano y sobre todo en Solferino. Por doquiera demostré lo que vale un hombre de bien. Verdad es que no sirvo para manejar el fusil ni la espada y, si queréis que os lo diga, tengo miedo de los vivos y de los muertos. Pero fui a la guerra, es decir: deseoso de hacer el bien para mí y para los demás me puse a vender refrescos entre el ejército; bien entendido que después de obtener el correspondiente permiso que, a base de dinero, logré fácilmente. Este oficio, que parece servir de poco, fue útil para muchos: para mí por lo que gané, para mí y para mis hijos, que aunque creciditos no están capacitados todavía para ganarse el sustento; resultó útil también para otros, porque muchas veces, gracias a mis refrescos, apagué la sed de los sanos, de los enfermos y de los moribundos. Recuerdo precisamente que en Montebello había un general francés que se moría de sed. Tan pronto como me vio se puso a gritar: Galant homme, galant homme, donnez moi a boire (caballero, caballero déme de beber). Yo que también sé algo de francés, le contesté al momento: Oui, monsieur; tome, beba a su gusto, bien raisonnable; os lo doy de buena gana, pero pour l'argent, por dinero. Bebió y, aliviado con mis excelentes refrescos, acudió a socorrer a los que ya huían, los animó y luchando con ellos intrépidamente, los nuestros alcanzaron en poco tiempo la victoria. De modo que la victoria de Montebello se debe atribuir en buena parte a la virtud de mis refrescos. En Palestro estaba el suelo cubierto de muertos y heridos; y puedo asegurar sin mentir que el número de muertos hubiera sido mucho mayor de no haber acudido yo en su socorro, dando de beber a los sanos y aliviando a los heridos, que morían de sed reclamando piedad y misericordia. Más de cien heridos, repuestos con mis refrescos, pudieron recobrarse y ser trasladados al hospital. Un zuavo no podía respirar por falta de bebida; le di un vasito y se repuso prodigiosamente; quedó tan agradecido que me regaló doce cigarros de excelente tabaco. Pero yo que no estoy ni estaré jamás habituado al tabaco, pues aborrezco hasta el humo, agarré los puros y se los regalé a otros soldados, que suspiraban por fumar y no podían hacerlo. Hace pocos días uno de ellos me golpeó las espaldas diciéndome: (**Es6.282**))
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