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((**Es6.239**) preguntar públicamente, llamando por su nombre a cada uno de los muchachos arriba mencionados: -Dónde has estado esta mañana? -En el Oratorio de Vanchiglia. -Y quién te llevó? -El clérigo Marcello. De la misma manera fue preguntando a los demás, los cuales daban la misma respuesta. En medio de un profundo silencio sonaban, a cortos intervalos, lentamente, las palabras: -Y tú?... íMarcello! Acabado el interrogatorio, don Bosco expresó su vivo disgusto en pocas y secas frases, pero con calma. Estaba presente, entre otros, don Pablo Albera. Semejante fortaleza empleaba para exigir obediencia a sus órdenes y para castigar al obstinado que intentara rebelarse. Había en el grupo de música instrumental, numeroso y bien adiestrado, un relevante organista, que vivía a pensión en el Oratorio, daba muchas lecciones de piano en la ciudad y era cumplidamente retribuido. Parecía y era bueno, pero perdía a veces la cabeza y le costaba obedecer. Los muchachos músicos habían contraído gran familiaridad con este compañero y admirado maestro de música y a veces se dejaban guiar por ciertas máximas suyas, contrarias a la sumisión debida a los superiores. En consecuencia, advertíase entre ellos algún acto de indisciplina, aunque ligero, y pareció que una advertencia de don Bosco pondría remedio al incipiente mal. A pesar de todo don Bosco vigilaba. Algún año, por motivos especiales, les había permitido celebrar la fiesta de Santa Cecilia, cuando caía en día laborable, con un paseo y una comida campestre en un lugar ((**It6.308**)) designado por él. Mas aquel año comenzó a prohibir esta diversión. Los muchachos músicos no protestaron, pero intrigados por alguno de sus jefes, con la promesa de obtener el permiso de don Bosco, y también con la esperanza de la impunidad, la mitad de ellos resolvió salir del Oratorio y celebrar una comida, algunas semanas antes de la fiesta de Santa Cecilia. Habían tomado esta determinación para que don Bosco no estuviese prevenido y pusiera obstáculos. Así pues, uno de los últimos días de octubre fueron a un figoncillo cercano. Solo Buzzetti, invitado a última hora, se negó a unirse con aquellos desobedientes y fue a informar de ello a don Bosco. Con toda calma disolvió el Siervo de Dios la banda de música y dio orden a Buzzetti de retirar y guardar los instrumentos y pensar a qué (**Es6.239**))
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