Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es6.202**) invencible volver a él; no podía ni siquiera pensar en ello. Pero, a menudo, sentía su corazón oprimido con el recuerdo de su madre y de su hermana. También había rezado y llorado, mas nunca se había atrevido a manifestar a nadie su situación y sus penas. -Pero ahora, decía, pasado el primer susto, me siento feliz al encontrarme en tan buenas manos. Entonces don Bosco le prometió que le reconciliaría con su padre y le invitó a reconciliarse antes con Dios, lo que hizo Francisco muy gustoso. Se entrevistó con el reverendo Begliati, ecónomo de la Residencia Sacerdotal de San Francisco y de los ejercitantes en San Ignacio, le contó el suceso y se le asignó una celda al muchacho. Al día siguiente hizo el reverendo Begliati que enviaran de Turín lo necesario para vestirlo conforme a su condición. Terminados los ejercicios, don Bosco volvió al Oratorio con Francisco y se apresuró a dar la inesperada noticia a sus desolados padres. Después de preparar sus ánimos, concluyó con estas palabras: -Demos gracias a Dios, íFrancisco ha sido hallado! Estalló un grito unánime de júbilo en la casa, seguido de un ansioso preguntar: -Dónde, cuándo, cómo? Narró don Bosco brevemente lo ocurrido y después, viendo al padre pensativo, añadió: -Recobraréis, pues, a vuestro hijo; pero a condición de no hacerle ningún reproche. Olvídese completamente el pasado y recíbasele en casa como si nunca se hubiese marchado. De lo contrario, añadió sonriendo, no os lo dejo ver. El padre asintió y don Bosco invitó a toda la familia a ir al Oratorio el día siguiente por la mañana. No es para dicho con qué ansiedad esperaron aquel momento. Entró primero la madre junto con la hermana ((**It6.258**)) de Francisco en la habitación de don Bosco, pero apenas vio al hijo llorando sentado al lado del siervo de Dios, sintió faltarle las fuerzas, sentóse con la hija y ambas rompieron a llorar. Poco después entraba el padre; con porte serio y enjugándose las lágrimas sentóse también sin hablar. Francisco no se había movido. Don Bosco no interrumpió aquel primer desahogo y, cuando los vio mas sosegados, dijo: -Bendita sea la Virgen que os devuelve al hijo... Francisco pide perdón a su padre y a su madre por los disgustos que les ha causado... Y dicho esto, lo tomó de la mano y lo llevó junto a su padre que, sollozando, le dio un beso en la frente. (**Es6.202**))
<Anterior: 6. 201><Siguiente: 6. 203>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com