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((**Es6.179**) de las noches anteriores, que las había pasado desvelado por el dolor, se durmió en seguida y no se despertó hasta que sonó la campana para levantarse. Estaba totalmente curado. A partir de entonces no tuvo más dolor de muelas. Jacinto Mazzucco llevaba casi un mes atormentado por un dolor de ojos que le obligaba a salirse de clase. El miércoles santo, veinte de abril, dijo a don Bosco: -Tengo que encomendarme yo también a Savio? Ha curado a otros que ni siquiera le conocieron, no querrá obtenerme la gracia de la curación a mí, que fui compañero suyo? íTanto más, cuanto que tengo que trabajar para preparar en la iglesia el Monumento! Don Bosco le contestó: -Bien, rézale un padrenuestro y una avemaría y mañana, plenamente confiado en él, ejecuta los trabajos que tienes que hacer; pero cuida de ofrecerlos para honor de Dios. ((**It6.227**)) Mazzucco rezó aquella noche la breve oración, y a la mañana siguiente se encontró tan mejorado que pudo cumplir su trabajo y preparar el Monumento sin la menor dificultad. El sábado santo estaba curado del todo. Estas gracias aliviaban a don Bosco de los disgustos que a veces le causaba la poca correspondencia de algún alumno a sus desvelos, y al mismo tiempo le tranquilizaban en medio de las molestias y angustias que podía ocasionarle la guerra ya inminente. A estos sinsabores y disgustos alude en una carta dirigida a don Juan Bautista Torchio, arcipreste de San Martín Alfieri en Asti. Reverendísimo y apreciadísimo en el Señor: Estamos en Pascua y, para celebrarla bien, debo arreglar las cosas con V.S. a quien debo algunas respuestas, especialmente con relación al muchacho B... Para norma y satisfacción recíproca le diré que no he hecho lo que usted deseaba, porque la conducta de este muchacho, al que siempre tuve especial afecto, fue siempre dudosa. En el estudio, en la clase, en la piedad fue tan mediocre que no me ofreció garantías para recomendarlo a personas beneméritas, como V.S., su padre, que es una óptima persona, y yo mismo deseábamos. Por esta razón no he podido satisfacer sus esperanzas. Tocante a Saglietti debo decirle que, por ahora, no puedo recibirlo. Por qué? Porque el Gobierno ha mandado hacer una inspección para saber cuántos soldados podrían dormir en el Oratorio en caso de necesidad, lo cual indica que de un momento a otro puedo encontrarme en trance de tener que hacer las maletas. Las noticias políticas de hoy son graves y muy alarmantes. Si viene a Turín, pase a verme. Le aseguro que siempre haré cuanto pueda en su favor. (**Es6.179**))
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