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((**Es6.164**) Por este motivo salió un día de sus labios una expresión singular, que oyó don Francisco Cerruti. Reíanse los clérigos delante de don Bosco de las exageraciones que se leen en los sermonarios del siglo diecisiete, y él les decía: -Y si en aquel siglo eran necesarios ese estilo y esas figuras para cautivar la atención del pueblo y hacer el bien a las almas, habría por qué reír? Yo creo que habría hecho mal, quien hubiese procedido de otro modo. ((**It6.207**)) Hablaba en otra ocasión de la necesidad de una diligente preparación y del orden de la materia a tratar, antes de subir al púlpito. Y salpicaba su conversación con hechos graciosos, que demostraban el triste papel a que se expone el sacerdote descuidado o inepto en el cumplimiento de este grave deber. Quien escribe estas páginas estaba presente cuando don Bosco contaba: -Cierto capellán era conocido por su gran simplicidad. Para retratarlo basta recordar el método clásico, sobre toda ponderación, que seguía en la predicación. Subía al púlpito y con los ojos cerrados y las manos agarradas a la barandilla hacía el exordio. En cada sermón pasaba revista al decálogo: -Mirad, empezaba, seré corto, muy corto. Habéis de saber que el Evangelio de hoy... (íay con esas mujeres!... ya sé yo muy bien que vosotras las mujeres tenéis mucho pico, pero al menos durante el sermón estad calladas...). Decía, pues, que el Evangelio de hoy cuenta la multiplicación de los panes. Por eso, procurad confesaros, porque también este precepto se puede sacar del Evangelio de hoy. Comenzad el examen por el primer mandamiento... (Pero... eh, tú sacristán, agarra el apagavelas y dale un par de cañazos a aquella muchacha...) y al hacer el examen de conciencia, después de mirar el primer mandamiento, pasáis a reflexionar sobre el segundo... (Pero, es que no hay modo de que se estén quietos esos chiquillos del altar mayor?...) Siguiendo nuestro tema, mirad si habéis cumplido el tercer precepto... Y por este estilo seguía adelante, recitando, que no explicando, los diez mandamientos. Decía que sería corto y, en efecto, lo era, pues nunca estaba en el púlpito más de diez minutos. Cuando el pueblo creía que iba a comenzar, ya estaba bajando. Qué os parece este modelo de oratoria? Qué frutos puede traer? íIndignación, risas ((**It6.208**)) o sueño! Y esto es lo que siempre sucede a quien, por un motivo u otro, sube al púlpito sin preparación, con gran menoscabo para las almas y una tremenda responsabilidad ante el tribunal de Dios. (**Es6.164**))
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