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((**Es6.162**) Compañías, la lectura semanal de las calificaciones obtenidas por los estudiantes, la exposición y explicación del reglamento de la Casa, reunía a sus alumnos para comunicarles temas de mucha importancia relacionados con la educación religiosa y civil. Son cosas que no conviene olvidar y que exponemos aquí porque no encajarían en otro lugar. En primer término hablaremos del catecismo. Durante veinte años por lo menos, de 1846 a 1866, solía don Bosco juntar de vez en cuando a los clérigos y a los jóvenes mayores y mejores para enseñarles la manera de dar con fruto la clase de catecismo a sus compañeros externos e internos. La sacristía era el lugar preferido para estas reuniones. A menudo explicaba el Reglamento de los Oratorios festivos. Recomendaba a los maestros que estuvieran de pie durante la clase para dominar con su presencia a los chicos sentados, tener a todos bajo su mirada y obtener con facilidad el silencio. Insistía en que se añadiera a las respuestas del catecismo alguna reflexión brevísima, sin perderse en explicaciones que no serían entendidas. Don Angel Savio y Juan Villa nos contaban el enorme bien que hacían estas reuniones y añadían que él, en las clases dominicales y nocturnas, dedicaba varias horas cada semana para contar a los muchachos, con mucho gusto y respeto, los hechos de la Sagrada ((**It6.205**)) Escritura y citaba los libros santos para razonar con la misma palabra del Señor. De este modo continuaba y completaba las enseñanzas que habían aprendido en la iglesia de boca de los eminentes teólogos de la Residencia Sacerdotal, que enviaba los domingos don José Cafasso. También los internos, divididos por clases, tenían en la iglesia el catecismo dominical. Pero, además de esto, procuraba don Bosco que se les señalase cada semana un capítulo de la Doctrina Cristiana para estudiarlo de memoria y que tenían que recitar los aprendices en la clase que recibían cada domingo por la tarde, y los estudiantes en sus aulas. Estos, no eran admitidos a los exámenes finales de las diversas asignaturas escolares, si antes no habían aprobado el examen de catecismo, ante los mismos maestros ordinarios, o bien ante un tribunal presidido por ellos. Se hacía así para que los alumnos se acostumbraran a dar primacía a la enseñanza religiosa sobre el italiano, el latín, el griego y las demás asignaturas accesorias. Había mandado, además, que los clérigos estudiantes de teología y los de los dos cursos de filosofía estudiaran cada semana diez versículos (**Es6.162**))
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