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((**Es5.616**) estas galerías tienen cuatro o cinco pisos superpuestos, y se comunican por escaleras estrechísimas y hasta peligrosas. A una y otra parte están las tumbas excavadas paralelamente en la piedra caliza en varias filas como estanterías. Allí enterraban antiguamente a los cristianos y, en particular, a los mártires. Los que daban la vida por la fe eran distinguidos con algún emblema especial. Una palma era señal de que habían vencido a los tiranos; una vasija o jarrita significaba que habían dado la sangre por la fe, la P cruzada con una X quería decir Pax Christi (la paz de Cristo), o bien pro Christo passus (padeció por Cristo). A otros les dibujaban los instrumentos con los que habían sufrido el martirio. A veces enterraban estos emblemas en la misma tumba del Santo. Cuando no arreciaban las persecuciones, se escribía el nombre y el apellido del mártir con algún luminoso rasgo de su vida. A los simples cristianos, no se les ponía generalmente ninguna señal, sino alguna inscripción brevísima en griego o en latín que indicaba la persona enterrada. Pero la señal más común era un pez, porque la palabras griega que expresa PEZ con sus letras viene a significar las iniciales de las palabras siguientes: JESUS CRISTUS FILIUS DEI SALVATORIS. (Jesucristo, hijo de Dios Salvador). >>-Aquí está, nos dijo el guía, el sitio donde se encontraba sepultado San Pancracio, junto a San Dionisio su tío, y, aquí cerca, yacía otro pariente suyo.>>Nosotros visitamos las tumbas, que son como una pequeña habitación, en cuyo derredor se ven inscripciones ((**It5.867**)) antiguas que no supimos leer. En la bóveda está pintado un jovencito que nos pareció representaba a San Pancracio. No es una pintura muy perfecta artísticamente , pero es preciosa porque nos recuerda cómo ya en los primeros siglos en la Iglesia se veneraba a los santos en sus imágenes. >>-He aquí una cripta, nos dijo de nuevo el guía. >>Cripta es una palabra de origen griego que significa lugar subterráneo, y es un espacio un poco más amplio que los demás. Allí solían reunirse los cristianos en tiempo de persecución y asistían a los sagrados misterios. A un lado se conserva todavía el antiguo altar sobre el cual se celebraba el santo sacrificio. De ordinario servía como altar la tumba de un mártir. >>Un poco más adelante nos enseñó la capilla donde el Papa San Félix solía retirarse a descansar y celebrar la santa misa. Más allá está el sitio donde fue sepultado. A uno y otro lado veíamos esqueletos humanos reducidos a pedazos por la fuerza del tiempo y el guía nos aseguró que siguiendo hacia delante, encontraríamos el sitio donde había mártires y lápidas con inscripciones intactas. Pero nosotros estábamos muy cansados. El aire subterráneo, el sofoco que allí se siente, la fatiga que se experimenta al caminar, ya que hay que cuidar de no golpear con la cabeza, no chocar con los hombros y no resbalar los pies, son cosas que cansan bastante. Además, nos decía nuestro guía, aquellos subterráneos van aumentando y algunos llegan a tener hasta quince o veinte millas. >>Volvimos, pues, al punto de partida. Al llegar a la plaza de la iglesia, antes de partir, vimos una inscripción a la izquierda de la puerta principal. Decía así: Coemeterium Sancti Calipodii presbyteri et martyris Cristi. (Cementerio de San Calipodio presbítero y mártir de Cristo). Hay allí una puerta por la que se entra en un cementerio o mejor en otras catacumbas, llamadas de San Calipodio, ya sea porque este santo sacerdote se cuidó de excavarlas, ya sea porque él fue enterrado allí. También hubiéramos querido visitarlas; pero nos dijeron que era un local peligroso y que, por tanto, no era conveniente entrar. Montados de nuevo en el carruaje, con el padre Jacinto, bajamos del Janículo hacia Roma y fuimos a San Pedro in Montorio. (**Es5.616**))
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