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((**Es5.599**) de empleados y de personajes muy calificados. Por ello resultaban inevitables las discriminaciones y las envidias. La comida diaria de la comunidad abundaba en carne y vino. Personas pudientes hacían notar que la mayor parte de los alumnos, no podrían seguir honestamente aquel plan de vida cuando salieran del Hospicio. Las artes mecánicas, que deberían haber asegurado el pan a la mayoría de los asilados, estaban un poco abandonadas por su humilde condición. Eran preferidas las artes liberales porque daban más lustre al establecimiento, sobre todo las alfombras y tapices que adornaban los palacios de algunos príncipes. Era también ocasión de quejas el sistema represivo que se usaba para mantener la disciplina entre los muchachos; y se empleaban castigos corporales anticuados, no muy severos, pero que degradaban a los transgresores del reglamento. ((**It5.844**)) Aquella misma mañana habían intentado los amigos convencer a don Bosco de que hiciera la prueba para ver si conseguía que terminaran semejantes desórdenes, comunicando al Cardenal Presidente las voces que corrían por Roma contra determinados administradores de la Obra Pía. Pero don Bosco no creyó oportuno meterse en cosas semejantes. Sin embargo él observaba todo: muchachos, jefes de taller, maestros y asistentes. Examinaba a unos y a otros, con aquella cándida delicadeza, que le era tan natural, se daba cuenta del espíritu que reinaba, y grababa en su mente lo que le parecía más digno de consideración. Vio en tanto que paredes y pavimentos relucían como espejos, que brillaba la salud de los alumnos, que era constante la vigilancia de los asistentes, que se enseñaba con amor la ciencia del catecismo, que estaban señalados los días para confesarse y comulgar. Y que en todas las secciones, se daba una instrucción literaria proporcionada a su estado. Así pues, constató que, si existía algún defecto más o menos grave, del que ninguna obra humana se ve libre, sin embargo se hacía un gran bien a los hijos del pueblo. Pero no tanto como podía esperarse; en efecto, no se le escapó el encogimiento y evidente temor que se manifestaba en muchos alumnos, cuando aparecían los superiores ante ellos o cuando tenían que acudir a rendir cuentas en las oficinas de la dirección. Esto le sentaba mal don Bosco, porque el carácter de los muchachos romanos es abierto y afectuoso; por ello pensaba cómo dar una lección práctica a los superiores, sobre su sistema educativo; y le vino la ocasión a las manos. (**Es5.599**))
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