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((**Es5.592**) milagrosa de la misma. Don Bosco fue a venerarla el día primero de marzo, porque aquel título concordaba muy bien con el de Auxilio de los Cristianos, que él haría popular por todo el mundo. íCómo debió impresionarle la vista de los trofeos de la poderosa protección de María! Sobre las cornisas están izadas muchas banderas arrancadas a los enemigos por el Duque Maximiliano de Baviera en la gran victoria por él conseguida contra los protestantes, que con un numerosísimo ejército habían revuelto el reino de Austria. También se veían otras banderas ganadas a los Turcos, en la liberación de Viena y en la batalla de Lepanto. Aquella mañana no visitó nada más y por la tarde se determinó a ir con el conde Rodolfo al gran ((**It5.834**)) Hospicio de San Miguel in Ripa, a la otra orilla del Tíber, para saludar al cardenal Antonio Tosti, que era presidente del mismo. Su eminencia había estado en Turín como encargado de negocios ante el Gobierno del Piamonte, de 1822 a 1829, y se había conquistado el cariño y aprecio de la flor y nata de nobles y doctos. Don Bosco y el conde atravesaron el río. Pero se detuvieron en la Isla Tiberina para visitar la iglesia de San Bartolomé que conserva, bajo el altar mayor, los huesos del Apóstol. Visitaron también la iglesia de Santa Cecilia edificada en el mismo sitio donde estuvo la casa de esta santa, veneraron su cuerpo, que sigue incorrupto después de tantos siglos, y llegaron al Instituto de San Miguel. La fachada principal del edificio tiene trescientos cuarenta y cinco metros, por ochenta de fondo y veintitrés de altura máxima. Su perímetro mide casi un kilómetro. Albergaba más de ochocientas personas, en su mayoría chiquitos. Don Bosco y su noble compañero fueron recibidos enseguida con gran amabilidad por el Cardenal, quien les contó diversos episodios que le ocurrieron a él en tiempo de la república y cómo se vio obligado a vivir algún tiempo lejos del Hospicio para no ser víctima de un asesinato. Al despedirse, el ilustre purpurado los invitó a visitar el Hospicio rogándoles le avisaran el día y la hora en que tendría el gusto de verlos de nuevo. Al volver al Quirinal, don Bosco y el conde subieron al Capitolio, donde contemplaron el palacio del senado y el de archivos, los museos, la pinacoteca, y entraron en la majestuosa iglesia de Santa María de Ara Coeli, ((**It5.835**)) construida en el terreno sobre el que un día existió el famoso templo de Júpiter Capitolino. En el altar mayor se venera una imagen de la Virgen, atribuida a San Lucas, y en una estancia (**Es5.592**))
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