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((**Es5.587**) Roma y de la que una vez elegido, toma posesión solemnemente. Allí se guarda, bajo el altar mayor, la cabeza de los dos príncipes de los apostoles San Pedro y San Pablo, y en ella se conserva la mesa, en que Jesucristo celebró la última cena con sus apostoles. Salió de la inmensa basílica de cinco naves, atravesó la plaza y se dirigió al edificio construido por Sixto V para la Escala Santa. Está formada por veintiocho peldaños de mármol blanco, los mismos que había en la casa de Pilatos en Jerusalén, por los que subió y bajó el divino Salvador varias veces durante su pasión y en los que dejó las huellas de sus pies sangrantes. Estas huellas se ven a través de unos agujeros hechos en los gruesos tablones de madera que cubren los peldaños, desgastados por el gran número de cristianos que los subieron de rodillas. Se baja por una de las cuatro escaleras laterales en cuya cima está la célebre capilla doméstica de los Papas, repleta de las más insignes reliquias. El veintiséis de febrero, acompañado del Señor Carlos ((**It5.827**)) De- Maistre y del clérigo Rúa, don Bosco se dirigió al Vaticano, colina que guarda lo más memorable de la religión y lo más notable de las artes. Mientras atravesaron el puente de Sant'Angelo rezaron el Credo para ganar los cincuenta días de indulgencia concedidos por los Sumos Pontífices y saludaron la estatua de San Miguel, que domina el castillo de Adriano, convertido en ciudadela, y entraron en la plaza de la Basílica. En este espacio estuvo el gran circo en el que Nerón condenaba a los cristianos al suplicio del fuego. Ahora, está cercado por doscientas ochenta y cuatro columnas con ochenta y ocho pilastras dispuestas en semicírculo a ambos lados, en cuatro filas que dividen el porticado en tres pasillos, tan amplio el del medio que caben por él dos carrozas. Sobre las columnas campean noventaiséis estatuas de santos. Al fondo de la plaza hay una espléndida escalinata que conduce al vestíbulo del templo, todo cubierto de mármoles, pinturas, estatuas y otros adornos. Encima está el gran balcón para la bendición papal. Toda aquella majestuosa e imponente fachada sostiene trece estatuas colosales que representan al Salvador, con San Juan Bautista a su derecha, y los apóstoles menos San Pedro, colocados a los lados. En el centro de la plaza, flanqueado por dos fuentes maravillosas, que lanzan continuamente chorros de agua a gran altura, se levanta un obelisco egipcio, rematado por una cruz, en cuyo centro está incrustado un trozo de la Santa Cruz. Don Bosco y sus acompañantes se descubrieron y la saludaron con reverencia, para lucrar con este acto otros cincuenta días de indulgencia. (**Es5.587**))
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