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((**Es5.570**) Los clérigos y los muchachos parecían tristes por tener que pasar varios meses sin ver a su buen padre, y don Bosco les decía una noche para tranquilizarlos: -Andáis preocupados como si don Bosco fuera a morir y pudierais quedar abandonados. No os preocupéis. La voluntad de Dios es lo mejor en todo. Hay otros estupendos sacerdotes dispuestos a venir con vosotros para ser vuestros padres; y, hace unos días, el canónigo Gastaldi, a quien conocéis, me decía que no tendría ninguna dificultad en venir al Oratorio y hacer mis veces. Así que, vuestro porvenir está asegurado. De todos modos, si os duele mi marcha, también yo siento tener que alejarme de vosotros por algún tiempo. Pero me veo obligado a hacerlo por vuestro bien. Uno de los motivos que me lleva a Roma es el de alcanzar del Papa algunos favores para varios de nuestros insignes bienhechores, que me han prometido seguir atendiéndoos. Después de hablar con entusiasmo del Papa, y darles algunas recomendaciones para mantener el orden en casa, los envió a la cama. ((**It5.803**)) El canónigo Anfossi estuvo presente a esta charla, lo mismo que el joven Santiago Costamagna, de Caramagna, que había entrado pocos días antes en el Oratorio, a saber, el doce de febrero. Cuando tuvo todo dispuesto para la partida, don Bosco fue a la Residencia Sacerdotal para recibir las órdenes y encargos de don José Cafasso, quien le entregó una solicitud para el Sumo Pontífice, sobre la cual ya había conversado largo y tendido con su discípulo. Exponemos a continuación el pensamiento de don José Cafasso, tomándolo de su preciosa biografía escrita por el canónigo Santiago Colombero. El vivo deseo que don José Cafasso tenía de asegurar para sí y para los demás la entrada inmediata en la gloria, sin pasar por las penas del purgatorio, le llevó a pensar que, a pesar de las numerosas indulgencias plenarias concedidas in artículo mortis por la Iglesia, ocurre, sin embargo, con frecuencia, que más de uno muere sin alcanzar tan gran beneficio. Y esto, o porque falta el sacerdote que imparta las oportunas bendiciones, o porque el moribundo no se preocupó de inscribirse a tiempo en las asociaciones enriquecidas con la indulgencia plenaria in artículo mortis o también porque la muerte sobreviene tan de improviso que no da tiempo a cumplir alguno de los actos ordinariamente requeridos por la Iglesia para alcanzar tal indulgencia. Para estas ocasiones pensó él enriquecer con tal indulgencia un acto determinado que, hecho una sola vez en la vida perseverase y se cumpliese, por así decir, en el momento de la muerte, de modo que, aneja la indulgencia a tal cumplimiento, se la alcanzase, sin necesidad de ningún otro acto por parte del moribundo. Y buscando un acto capaz de tales condiciones y al mismo tiempo de gran mérito, como causa suficiente para obtener tal indulgencia, le pareció hallarlo en el aceptar durante (**Es5.570**))
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