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((**Es5.567**) Católicas, pero sí que entran periódicos malos y libros escritos adrede para falsear la moral y corromper los corazones. Nos duele que esos hermanos nuestros tengan el veneno y estén privados del contraveneno. Rogamos, pues, y pedimos a nuestros hermanos sacerdotes que procuren darles la mayor publicidad posible y tendrán, según esperamos, el mérito ante Dios y el agradecimiento de la misma sociedad cristiana. NOTAS. La dirección ha tenido en cuenta los consejos y sugerencias que le han hecho corresponsales, suscriptores y amigos para mejorar en lo posible lo mismo la publicación de los folletos, que los temas a tratar. Y siempre agradecerá a todos, las amistosas observaciones que se le hagan a este respecto. Rogamos encarecidamente a los suscriptores que no leen los folletos, por falta de tiempo o porque el argumento les parece trivial, que no los dejen abandonados en las estanterías, sino que los hagan pasar a manos de los que no pueden o no quieren suscribirse. En el despacho de la Dirección central de las Lecturas Católicas, calle de Santo Domingo, n.° 11, Turín, se encuentran a la venta las obritas publicadas en los años precedentes, para quienes se interesen por ellas. Los que adquieran ((**It5.798**)) cincuenta ejemplares de un mismo título, tendrán diez gratis, y los que adquieran ciento tendrán veinticinco gratis. Los gastos de envío y correo van por cuenta del destinatario. Estas eran las medidas que don Bosco había tomado por necesidad de la publicación, al presente difundida en Lombardía, Toscana, Cerdeña, Niza Marítima y Trento con sus respectivos centros de corresponsales; afortunadamente ya no estaba solo para ello. Había un joven, de familia distinguida, empleado en Correos, dotado de talento y bondad, instruido en religión, que había frecuentado el Oratorio festivo en su infancia, que se llamaba César Chiala, el cual, invitado por don Bosco, ya le ayudaba a preparar material para escribir los folletos; y esto siguió haciéndolo durante varios años. Corregía pruebas, traducía obritas del francés. Algunos folletos anónimos son obra suya, aunque revisados con toda diligencia por don Bosco. Por la tarde, después de comer con su madre en la ciudad, se metía en una celda a él destinada, y trabajaba hasta hora muy avanzada. Con frecuencia se quedaba a dormir en el Oratorio y por la mañana cumplía sus devociones en medio de los muchachos con edificante piedad. Era un modelo para todos. A la hora del desayuno, se refocilaba con un poco de pan a secas, en compañía de los clérigos y luego iba a su oficina de Correos. Alguna vez acompañó a don Bosco a I Becchi, para continuar, bajo la tutela del maestro, sus escritos; y también allí se corformaba por las mañanas comiendo pan solo y no quería más. Asegurada de este modo la marcha normal de las Lecturas Católicas, aun para el tiempo de su ausencia, don Bosco terminaba sus gestiones ante el Gobierno en favor de eclesiásticos que se valían de (**Es5.567**))
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