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((**Es5.553**) que no debe olvidarse tampoco en nuestros días: <((**It5.778**)) Jesucristo, bajo pena de muerte para quien desobedeciese, los cristianos de Lyon, sabedores de que las leyes de los soberanos de esta tierra, cuando son contrarias a las leyes de Dios y de la Iglesia no merecen el nombre de tales, y no sólo no hay obligación de observarlas, sino que es obligatorio no cumplirlas, determinaron mantenerse firmes en la fe a cualquier costo, y se dejaron matar por millares, antes que someterse a aquella inicua orden>>. Mientras tanto, en Salicetto, los confesonarios del venerado compañero de don Bosco en la predicación y de otros celosos sacerdotes estaban asediados de penitentes, desde las primeras horas de la mañana hasta muy entrada la noche. Además, aquellos días también la casa parroquial andaba llena de personas que iban a pedir a don Bosco, en los ratos que tenía disponibles, una bendición para sus enfermos o bien se los llevaban allí delante para que suplicara su curación a la Santísima Virgen. No le permitían un momento de reposo; y, a pesar de ello, no dejaba de responder las cartas que se había llevado consigo o que le enviaba don Víctor Alasonatti. Si no podía de día, escribía de noche. He aquí una, dirigida al conde Pío Galleani de Agliano con indicaciones de seguro aprobadas por don José Cafasso. Ilmo. y Benemérito Señor Conde: Mientras me encuentro aquí en Salicetto, predicando una tanda de ejercicios espirituales, echo un vistazo a las cartas a contestar y me encuentro con una de V. S. Ilma., que estoy cierto haber contestado mentalmente pero no sé si también en realidad. Sea como fuere, ruégole tenga a bien disculpar la presente que, si no es duplicada, sí va retardada más de la cuenta. Así pues: El joven Chiansello está de nuevo con nosotros; es bueno, pero ((**It5.779**)) de salud endeble. En cuanto a la suma acordada con el hermano sacerdote, yo haré lo que usted me indique, una vez vuelto a Turín. En relación con el capellán, si aún no está provisto, todavía queda aquel vicario de Verzuolo, de quien hablamos el año pasado; sigue libre y tengo de él las mejores referencias. Existe además otro, el sacerdote Juan Grassino, Rector del manicomio en Collegno, a quien conozco personalmente hace años; es un cura diligente, de conducta intachable, que desea dejar su actual empleo, solamente para trabajar con mayor libertad en el sagrado ministerio. Pero de esto creo que sería muy útil que chaláramos personalmente; por eso, a su vuelta a la capital, si es el caso, podremos hablar y aún ver a los individuos propuestos. Entre tanto, aprovecho la ocasión para desear a usted y a toda su respetable familia (**Es5.553**))
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