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((**Es5.538**) para que se preocuparan de los aprendices. Hizo muchos experimentos. Al principio, los jefes de taller fueron asalariados, como jornaleros, pero no se preocupaban del adelanto de los alumnos en su oficio; sólo se preocupaban de cumplir con diligencia los trabajos que les encargaban y de cobrar el sueldo al fin de la semana. Luego, les propuso ponerse ellos al frente del taller, como si fueran los dueños, dejándoles el cuidado de buscarse en la ciudad encargos de trabajo y cumplirlos, quedándose ellos en compensación con la ganancia. Pero tenían la obligación de pagar un pequeño salario a cada aprendiz, proporcionado a su habilidad; entonces los alumnos eran tratados como sirvientes y se perdía con ello la autoridad del Superior, a la que se sustraían. No era posible una vigilancia directa; los muchachos no obedecían más que al Jefe; y hasta corría peligro el mismo horario por ((**It5.757**)) la posible urgencia de un trabajo. Intentó repartir con ellos pérdidas y ganancias; pero ellos no miraban más que a sus propios intereses, y en los contratos, que a lo mejor hacían, sabían arreglárselas con la parte contrayente, de tal suerte que la ganancia era para ellos y los gastos para la casa. Al principio les obligó don Bosco a llevar consigo las herramientas del oficio, y el Oratorio proveía las de los aprendices; pero los jefes usaban las de los aprendices y ahorraban las suyas. Pactaba a veces que él pondría a disposición de los jefes ciertas herramientas y las demás se las llevarían ellos de su casa; pero no se cumplía el pacto. Les encargó todo a cuenta de él, proveer a los aprendices y a ellos mismos de las herramientas necesarias, pero entonces los gastos, realizados caprichosamente, eran continuos y con frecuencia los aprendices no eran atendidos. Y surgían además las cuestiones sobre instrumentos rotos o desaparecidos, usados fuera del taller y durante el tiempo de descanso o de recreo. Nacían también discordias por la clase de trabajos, discusiones por las ganancias, cuando los jefes estaban interesados en un trabajo. En suma, se armaba un lío sobre otro. Pero todas estas experiencias que don Bosco hacía, duraron poco tiempo, porque terminó cargando sobre sus hombros toda la dirección de los trabajos, la vigilancia y la autoridad sobre los aprendices, las provisiones de todo orden que se necesitaban en los talleres. Los jefes no tuvieron otro quehacer más que el de enseñar el oficio y vigilar a los alumnos. Pero ni con tales medidas se acabaron los disgustos, porque hubo jefes externos que de intento buscaban que los aprendices más listos no adelantaran en el oficio, por miedo a que más tarde les quitaran el puesto y el pan. ((**It5.758**)) Al mismo tiempo tenía que evitar el posible choque con los (**Es5.538**))
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