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((**Es5.507**) nos parecen minutos y todos están colgados de sus labios, como encantados. Es un imán para nosotros; apenas aparece, todos corren a su encuentro y tanto más satisfechos se hallan cuanto más cerca de él están; y ninguno se aparta, ni para comer ni para cenar, hasta que el asistente no lo arranca casi a la fuerza... Mientras tanto, iba don Bosco como de costumbre a San Ignacio, acompañado de varios clérigos, entre los cuales estaban Turchi y Cagliero, para que hicieran con él los ejercicios espirituales dirigidos por don José Cafasso. En aquellos días, los alumnos del Oratorio, al no verlo entre ellos, se consolaban escribiéndole cartas, que don Bosco contestaba enseguida. Conservamos una de aquellas respuestas. Queridísimo Bonetti: Si practicas lo que me has escrito, yo te haré santo. Pero ten bien presente que guardaré tu carta. He rezado al Señor también por ti, para que te dé a conocer tu vocación. Dios te conceda salud y gracia para cumplir siempre con su santa voluntad. Créeme tuyo. San Ignacio, 25 de julio de 1857 afmo. JUAN BOSCO, Pbro. ((**It5.714**)) Si estas cartas producían santos efectos en Turín, otro tanto ocasionaban en San Ignacio las palabras de don José Cafasso. Durante los ejercicios pensaba Cagliero consultarle sobre su vocación, cuando he aquí que don José Cafasso se encontró con él y le dijo: -Sé que deseas hablarme, ven. Le llevó a su celda y lo entretuvo un buen rato hablando de la hermosura de la vocación sacerdotal y religiosa, le animó a perseverar en ella y a querer mucho a don Bosco, el cual, le dijo, lleva entre manos grandes proyectos para bien de la juventud. Efectivamente, don Bosco no dejaba un instante de pensar cómo realizar estos proyectos, le sonreía continuamente el recuerdo de los sueños y visiones y contemplaba el espectáculo de los muchachos del presente y del futuro y especialmente el de los que formarían y engrandecerían su Congregación. Uno de aquellos días, a la hora de recreo, se encontró en la plaza de la iglesia rodeado de los buenos clérigos que le habían acompañado, los cuales escuchaban las cosas interesantes que acostumbraba contarles. Allí estaba Cagliero. También estaban algunos señores ejercitantes. Don Bosco en medio de la conversación se puso a hablar (**Es5.507**))
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