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((**Es5.502**) para promover la gloria de Dios, ganarse almas y, en primer lugar, salvar la propia... -Estas indicaciones, replicó el joven, me empujan a abrazar el estado eclesiástico. Porque en los otros estados ((**It5.706**)) hay un sinfín de peligros, que son mucho menores en el estado de que hablamos. Pero surgieron las dificultades precisamente por parte del padre: era éste rico y no tenía otro heredero; en cuanto se enteró de su resolución, trató de disuadirlo, primero con cartas y luego yendo al Oratorio para llevárselo a casa. El muchacho cedió. Al despedirse del colegio don Bosco le dirigió estas palabras: -Hijo mío, te espera una gran batalla. Ten cuidado con los malos compañeros y las malas lecturas. Ten siempre a la Virgen por madre y recurre a ella con frecuencia. Mándame pronto tus noticias. El muchacho muy conmovido, prometiendo cumplir todo, partió con su padre al pueblo, y mantuvo su palabra. Condescendiendo por obediencia a las presiones de su padre, sacó el diploma de agrimensor, pero siguió firme en su vocación. Llevaba consigo el amor al Oratorio y oía continuamente en su corazón las palabras de don Bosco: <<íSi pierdes el alma, todo está perdido; si salvas el alma, está salvado todo para siempre!>>. Cumplidor escrupuloso de la santificación de las fiestas, no se dejaba llevar por afán de ganancia a hacer ninguna peritación o tomar medidas en estos días. -Los días de fiesta, decía, tengo que ir a la iglesia, y no quiero hacer nada más. Su ejemplo y su palabra producían maravillosos resultados y prestaba una eficaz ayuda al párroco para todas las obras buenas. El 1871 volvía a don Bosco, abrazaba el estado religioso y, a su tiempo, se ordenaba sacerdote. También a los artesanos que habían concluido su aprendizaje, o que por cualquier otro motivo tenían que salir del Oratorio, don Bosco procuraba buscarles colocación, de acuerdo con su oficio, en los mejores talleres ((**It5.707**)) de la ciudad o de los alrededores, con un sueldo conveniente. Le ayudaban en este afán el ecónomo de la Residencia Sacerdotal, reverendo Begliatti, y algunos socios de la Sociedad de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Más aún; discretamente o a través de aquellos señores, buscaba comisiones de trabajo, para los jefes de taller o tiendas que habían aceptado a sus aprendices, o bien se prestaba a hacerles algún servicio que le pidieran. Contábanse entre éstos los hermanos Doyen, litógrafos, los cuales habían recibido e instruido en su arte a muchos jóvenes que don (**Es5.502**))
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