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((**Es5.476**)((**It5.669**)) CAPITULO LV LA VIRTUD DE LA POBREZA LA divina Providencia era la esperanza de don Bosco y Dios, fiel a sus promesas, jamás le falló. <>Qué vamos a comer? >>Qué vamos a beber?, >>Con qué nos vamos vestir? Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo esto. Buscad primero su Reino y su justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura>>. 1 Y si alguna vez se hallaba en apuros, los consideraba como pruebas que entran en los planes de la Providencia para ejercicio de la fe de sus hijos, y se consolaba recordando las palabras de Jesús: -No os preocupéis del mañana; el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su inquietud. 2 De ahí procedían, no sólo su tranquilidad imperturbable y su confianza en el futuro, sino más aún, su amor heroico a la pobreza voluntaria y la alegría que sentía cuando le tocaba sufrir la penuria de algo hasta necesario. Vivió pobre hasta el fin de su vida, como lo había sido en los principios del Oratorio. Apareció evidente su perfecto ((**It5.670**)) desapego de los bienes de la tierra, y jamás se vio en él la menor preocupación por alcanzar una satisfacción temporal. Solía decir: -Para practicar la pobreza hay que llevarla en el corazón. Dios premió con largueza su confianza y su pobreza; a tal punto que se atrevió a ejecutar empresas que los mismos príncipes no hubieran osado realizar y las llevó a buen término. Para dichas empresas anduvo siempre necesitado de dinero y, sin 1 Mat. VI-31. 2 Mat. VI-34. (**Es5.476**))
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