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((**Es5.411**) en escribir con estilo sencillo, a propósito para el pueblo y los obreros, y que se inspirasen en la más profunda veneración a la Sede Apostólica. Confió este encargo muy especialmente a don Juan Bonetti, el cual, juntamente con don Francisco Cerruti, le oyó exclamar varias veces: -Estoy verdaderamente indignado de la poca cuenta en que ciertos escritores tienen al Papa. Acordaos de que hemos de estrecharnos en torno a él y de que nuestra salvación sólo se alcanza con el Papa y por el Papa. Y les insistía: -Me da pena ver a ciertos historiadores de la Iglesia, que escriben de muchas cosas, pero muy poco y no del todo bien del Papa. Hay que hacer brillar la figura del Papa con toda su luz ante el mundo entero. Dicen algunos que de ciertos papas de los primeros siglos se sabe muy poco o nada y que, por consiguiente, falta materia para escribir de ellos. íEsto no es cierto! Lean a los Bolandistas y otras obras importantísimas, que sólo se conocen por el título, y verán... íLo que falta es la voluntad de trabajar! Toda fatiga es poca, cuando se trata de la Iglesia y el Papado. Y confirmaba sus palabras con una hermosa prueba, empezando a imprimir las vidas de los Papas de los tres primeros siglos, sobre las que venía trabajando desde 1854. Quería que el pueblo conociera a los Papas más antiguos, por lo que buscó cuantas noticias pudo acerca de ellos, ((**It5.578**)) pasó muchas horas en bibliotecas públicas y privadas y llegó a compilar noticias muy curiosas de cada uno de ellos. Formó con ellas libritos para las Lecturas Católicas, cuya forma de escribirlos resulta sorprendente. Muchas veces, sobre todo cuando se acercaba el tiempo de entregar los originales a la imprenta, llamaba a uno de sus clérigos, se lo llevaba consigo a la Residencia Sacerdotal de San Francisco y allí en la biblioteca, sin ningún libro delante, le dictaba lo que, sin tiempo para revisar, entregaba a la imprenta. Y sin embargo estas obritas fueron muy apreciadas por personas doctas, entre las que se encuentran monseñor Tripepi, Prelado doméstico de Pío IX, hoy Cardenal, el cual cita varias veces, en su biografía de San Pío I, las Lecturas Católicas que tratan de aquel Pontífice, y define a don Bosco como hombre docto y piadoso. Que fuese docto lo demuestra la rapidez con que escribía. Recordaba la gran cantidad de volúmenes que había leído con la cita exacta de las páginas. Cuando no podía salir del Oratorio y necesitaba (**Es5.411**))
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