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((**Es5.351**) HORARIO Misas y recepción de Sacramentos A las nueve. Recreo. A las diez. Misa solemne. POR LA TARDE A las tres. Vísperas Solemnes. Panegírico. Procesión. Bendición con S.D.M. A las cinco. Rifa para los adultos. A las seis. Rifa para todos. A las siete. Concierto musical y entretenimientos varios. Pero el demonio debía bramar de cólera viendo la paz reinante en el Oratorio y observando el bien que hacía la Compañía de la Inmaculada. Aún no estaba totalmente cercado el patio, de modo que no pudieran entrar en él personas ajenas a la casa. Por lo mismo, durante años aparecían de cuando en cuando entre los jóvenes algunos emisarios que, por las apariencias debían pertenecer a la secta Valdense o, peor, a la escuela de Judas. Aprovechaban preferentemente los días en que don Bosco faltaba de Turín y se cercaban con la sonrisita en los labios a cualquier grupo para abrir algún venenoso coloquio. Había entre otros ((**It5.491**)) cierto mozo, cuya vida fue un tejido de maldad, de aspecto señorial, de modos elegantes y muy afables, de fascinadora mirada, astuto, hipócrita, impío, de encantadora conversación en sumo grado; su sola presencia, como un imán, atraía en masa a todos los que no estaban advertidos. velaban, sin embargo, los centinelas de la Compañía y con muy buenos modales alejaban a los alumnos de aquella víbora. Sucedió una vez durante el recreo, que un hombre se metió entre los muchachos mientras se divertían y, dirigiéndose a uno de ellos, empezó a discursear, en voz tan alta que todos los circunstantes podían oír. El taimado, para cautivar su atención, comenzó primero a contar cosas raras y divertidas. Los chicos, empujados por la curiosidad, le rodearon enseguida como locos y se colgaron de sus labios para oír sus extravagancias. En cuanto los vio apiñados a su alrededor hizo caer el discurso sobre religión y, como suelen hacer estos tipos, lanzaba disparates horrendos, poniendo en ridículo las cosas más santas y desacreditando a todas las jerarquías eclesiásticas. Algunos de los presentes, no pudiendo aguantar tanta impiedad y no atreviéndose a oponerse, se contentaron con retirarse. Un buen número seguía incautamente escuchándole. Llegó casualmente Domingo (**Es5.351**))
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