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((**Es5.345**) nos ha inspirado crear esta piadosa asociación; que Ella aliente nuestras esperanzas, escuche nuestros gozos, para que, amparados bajo su manto y fortalecidos con su protección, desafiemos las borrascas de este mar proceloso y superemos los asaltos del enemigo infernal. De esta suerte, y por ella amparados, confiamos poder ser de edificación para nuestros compañeros, de consuelo para nuestros superiores e hijos predilectos de tan augusta Madre. Y, si Dios nos concede gracia y vida para servirle en el ministerio sacerdotal, nos esforzaremos en hacerlo con el mayor celo posible. Y desconfiando de nuestras fuerzas, y con una confianza ilimitada en el auxilio divino, nos atreveremos a esperar que, después del peregrinaje por este valle de lágrimas, obtendremos a la hora postrera, consolados por la presencia de María, el eterno galardón que Dios prepara a quienes le sirven en espíritu y en verdad. Don Bosco leyó este reglamento de vida y, después de haberlo examinado atentamente, lo aprobó con las siguientes condiciones: 1. Las mencionadas promesas no tienen fuerza de voto. 2. Ni siquiera obligan bajo pena de culpa alguna. 3. En las reuniones se propondrá alguna obra de caridad ((**It5.483**)) externa, como la limpieza de la iglesia o la instrucción religiosa de algún niño menos instruido. 4. Se distribuirán los días de la semana de modo que cada día comulgue alguno de los socios. 5. No se añadan otras prácticas piadosas sin permiso especial de los superiores. 6. Establézcase como objeto principal el promover la devoción a la Inmaculada Concepción y al Santísimo Sacramento. 7. Antes de aceptar a un aspirante, désele a leer la vida de Luis Comollo. Domingo Savio era el más indicado para fundar tal Compañía. Todos eran amigos suyos; el que no le quería, por lo menos le respetaba por sus virtudes. El, por otra parte, sabía quedar bien con todos. Tan firme estaba en la virtud, que se le aconsejó entretenerse con algunos compañeros algo díscolos para ver si lograba ganarlos para Dios. El se aprovechaba del recreo, de los juegos y de las conversaciones, aun indiferentes, para sacar provecho espiritual. Sin embargo, sus mejores amigos eran los socios de la Compañía de la Inmaculada, con los que se reunía, bien para tener encuentros espirituales, bien para hacer ejercicios piadosos. Estos encuentros teníanse con licencia de los superiores, pero asistían sólo los jóvenes, y ellos mismos los regulaban. Eran éstos escogidos entre los más virtuosos y serios de las clases de los internos, aunque de ordinario asistían también algunos clérigos y a veces algún sacerdote. El clérigo Rúa, fue elegido presidente por común acuerdo, pues ya entonces era considerado como el más fiel y el más ejemplar entre los hijos de don Bosco. Había reunión una vez por semana y se abría la sesión con la lectura de un libro espiritual. Un (**Es5.345**))
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