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((**Es5.317**) A los suscriptores y beneméritos corresponsales. Hemos llegado al tercer año de nuestras populares publicaciones de Lecturas Católicas; creemos un deber dirigir unas palabras a los señores suscriptores y a los beneméritos corresponsales. En primer lugar agradecemos a éstos el habernos sostenido con su cooperación, que nos sirvió de verdadero aliento en medio de los sacrificios que hemos debido soportar, para que no faltara al pueblo la instrucción y el beneficio moral que nos hemos propuesto servirles. Bien sabemos que no es nada en comparación de lo que falta, sobre todo a las clases populares, a las que amamos como a las niñas de nuestros ojos. Por lo cual, con plena confianza en los suscriptores, en la cooperación de los beneméritos corresponsales, en la asistencia y ayuda de Dios, entramos confiados en el cuarto año de nuestra publicación, tratando de mejorar todo aquello que está a nuestro alcance, ya sea en la forma de tratar los asuntos, ya sea en la exactitud y regularidad de la publicación y el envío de los folletos. Por doquier se difunden libros impíos y de pésima hechura, escritos para corromper el corazón y torcer la mente de los buenos; se difunden impunemente por mano desconocida, pero astuta, y que especula con el oro, ((**It5.442**)) sobre las humanas pasiones con detrimento de la fe, de las costumbres, y acarreando a la familia y a la entera sociedad daños incalculables. Por tanto es necesario, es deber nuestro presentar libros buenos para alimentar el espíritu y el corazón con principios morales, a fin de disminuir en lo posible los tristes efectos de aquéllos. Libros de poco peso para no cansar y de escaso precio que no exijan más que un pequeño sacrificio. Esta ha sido y es, señores, la finalidad de las Lecturas Católicas. Por tanto el que favorece nuestro intento, realiza una obra eminentemente católica y social y hace una obra de misericordia. Todo padre de familia, debería, pues, aportar su piedra para asegurar los cimientos del edificio religioso y civil suscribiéndose; todos los párrocos debieran amparala y difundirla en sus parroquias; los ricos en nada podrían emplear mejor una parte de sus haberes que asociándose para distribuir gratuitamente folletos a quienes faltan los medios materiales para hacerlo. Creemos, por nuestra parte, no haber fallado, puesto que, en el curso de tres años y con grave sacrificio, hemos puesto en circulación seiscientos mil folletos de Lecturas Católicas: mucho más hubiéramos hecho, si se nos hubiera ayudado a difundirlas por esos pueblos y ciudades, donde todavía son poco menos que ignoradas. Por lo mismo rogamos encarecidamente a los señores corresponsales que se multipliquen para que crezca el número de sus suscriptores y, para que sean conocidas donde no lo son, seguros de que sólo así se hacen acreedores al reconocimiento de la sociedad y de la religión. Confiamos en que nuestro llamamiento no será vano, ya que conocemos bastante las ideas del pueblo, el celo y constancia del clero y la generosidad de los ricos, en quien tenemos nuestra confianza, después de Dios. La Dirección central de las Lecturas Católicas tiene su sede en Turín, calle de Santo Domingo, número 11. En ella están a disposición del público todas las obras publicadas durante los tres años precedentes. LA DlRECCION 1 Así terminaba Armonía su número del 22 de febrero de 1856, en el que reproducía esta circular. <(**Es5.317**))
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