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((**Es5.310**) Por estas cartas se ve la prudencia de don Bosco para la aceptación de determinados muchachos. Muchos padres, no sólo de Turín sino también de otras partes del Estado, para conseguir meter más fácilmente a sus hijos en el Oratorio, acudían a las autoridades civiles y éstas, a su vez, los recomendaban a don Bosco. El respondía enseguida con una carta respetuosa y cortés; y, si tenía lugar disponible y creía oportuno aceptarlo, manifestaba cómo le gustaba complacer a tales intercesores y su gran satisfacción en poder ofrecerles aquel servicio. Al propio tiempo encargaba que advirtieran al padre, a la madre o a otros protectores de los chicos, que se presentaran al Superior del Oratorio para concertar el momento y detalles de la admisión. Cuando se presentaban los padres, don Bosco los recibía con gran caridad, les explicaba las condiciones, que consistían en invitarles a buscar, si les era posible, alguna ayuda entre sus allegados, amigos o bienhechores, con la que cooperar a aquella obra de beneficencia. Obraba así, porque los recomendados por las autoridades siempre se presentan en las instituciones como quien tiene derecho, ufanándose de la intercesión recibida, creyendo que ya con eso se libraban de toda obligación con el Oratorio. Por eso don Bosco con tal ((**It5.432**)) advertencia les hacía entender que la admisión de sus hijos dependía solamente de él y no de otros; que sólo él podía conceder o negar el favor: y de este modo se les bajaban los humos y desistían de sus pretensiones. Entonces aquella buena gente empezaba a suplicar; don Bosco se tomaba tiempo para responder y, unas veces les proponía pagar una cantidad anual muy pequeña, otras, se conformaba con que los muchachos no llevaran consigo más que su ajuar personal, aunque lo más corriente era que los recibiera gratuitamente, pero siempre quería que se reconociese a quién se debía el favor. Don Bosco recomendaba además a sus colaboradores, en semejantes casos, que siguieran esta misma regla, asegurándoles que era la única, si querían ser dueños de su casa. Don Bosco sabía aprovechar estas peticiones de las personas influyentes en la administración civil para el Oratorio en determinadas circunstancias. Cuando algunos padres le presentaban a sus hijos para que los recibiera en el Oratorio sin ninguna recomendación, porque ellos no podían mantenerlos ni educarlos, les preguntaba por su posición social y sus circunstancias, luego les aconsejaba que se dirigieran directamente a algún ilustre personaje, que él mismo les indicaba para sus propios fines, por ejemplo a un ministro, a un senador, a un diputado de su distrito, al delegado provincial de (**Es5.310**))
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